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Pere Casan

Crear

Por qué y cómo se hace la ciencia

Crear es un verbo difícil de conjugar. De las seis acepciones que incluye el Diccionario de la Lengua Española, me quedo con las dos primeras: "Producir algo nuevo" o "producir algo de la nada", y muy especialmente con la segunda. Por este motivo, hacer que salga algo de la nada, tengo tanto respeto con el uso de la palabra crear. Además, nuestra formación judeocristiana se encarga siempre de recordarnos que crear es un atributo únicamente de Dios. En cualquier caso, lo más cerca que me encuentro de "crear", está relacionado con la investigación.

El quehacer médico tiene encomendadas fundamentalmente tareas que denominamos asistenciales. Es decir, diagnosticar, tratar si es posible y acompañar, siempre, a las personas enfermas que lo solicitan. Esta labor debería estar asociada con el deseo constante de seguir aprendiendo, de descubrir nuevas formas y diferentes maneras de asistir a los pacientes, y para ello, es necesario investigar. Investigar equivale, en primer lugar, a tener una gran curiosidad. La curiosidad debería ser insaciable, ya que como nos recuerda Arthur Koestler (1905-1983), "no existe ningún problema, por complicado que sea, que cuando se aborda correctamente no se complique más aún". Pero únicamente con la curiosidad no se avanza. Es necesario el método, y en este caso, se denomina "método científico". Este método está perfectamente reconocido y detallado en todos los sistemas de aprendizaje actual. Debería existir una asignatura en todas las escuelas, institutos y universidades, especialmente dedicada a su desarrollo, con aplicaciones prácticas para cada edad y especialidad. En este aspecto, no existen diferencias entre las denominadas ciencias y las demás materias. Por si había alguna duda, disponemos de la denominada "Filosofía de la Ciencia", para recordarlo.

Aunque el origen de la ciencia se remonta al mundo griego clásico, no fue hasta bien entrado el siglo XVII, con el texto de Isaac Newton (1643-1727) "Philosophiae naturalis principia mathematica", que podemos iniciarnos en el mundo científico moderno. Hay también que considerar las aportaciones del escocés David Hume (1711-1776) para establecer las bases de la experiencia y la causalidad en ciencia. En un libro delicioso, el físico y biólogo barcelonés, Pere Puigdomènech, profesor de investigación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y en el Centro de Investigación en Agrigenómica (CRAG), "¿Por qué y cómo se hace la ciencia?" (CSIC- Libros de la Catarata, Madrid, 2021), revisa estos aspectos históricos, a la vez que se hace interesantes preguntas sobre las funciones de la ciencia, dónde y quién hace la investigación científica, cómo se investiga y se publica, quién financia la ciencia y cómo debería comunicarse. No se olvida de los aspectos éticos y filosóficos del mundo científico actual. Es muy importante recordar que el método científico se fundamenta en la falsabilidad, la reproducibilidad y la repetibilidad, antes de creer que la ciencia equivale a todo es posible, aquí y ahora. Por cierto, la integridad de los resultados científicos publicados puede analizarse en https://retractionwatch.com.

La investigación científica en aspectos biomédicos es absolutamente necesaria, si queremos seguir avanzando en este trepidante mundo que los grandes retos nos plantean. El ejemplo reciente de la obtención de las vacunas de una manera tan rápida y eficaz, para controlar la extensión de la pandemia por coronavirus, representa un éxito sin precedentes. Sentimos y expresamos la necesidad, tenemos los mimbres, los medios están a nuestro alcance. Necesitamos la voluntad y la unidad alrededor de nuestras instituciones, para que los objetivos concretos de cada grupo investigador puedan llegar a buen puerto.

No se me ocurre mejor partitura para asociar a la faceta creadora de la investigación, que escuchar atentamente los 99 minutos que dura el Oratorio de Joseph Haydn (1732-1809), titulado "La Creación". Si es posible háganlo por el Coro Monteverdi y la Orquesta de Solistas Barrocos Ingleses, dirigidos por John Eliot Gardiner. El texto se basa en las palabras del Génesis, de algunos Salmos y del texto de John Milton (1608-1674) "El paraíso perdido". La música nos lleva desde el caos inicial, con las necesarias disonancias, hasta el orden de la música popular en las páginas dedicadas a la creación humana. El recitativo y la narración corren a cargo de los arcángeles Uriel, Gabriel y Rafael, pero no se pierdan el magnífico diálogo sonoro entre Adán y Eva (3ª parte), de una belleza extraordinaria. Esta página debería escucharse todos los días, en todos los laboratorios científicos del mundo, para que la mente se encuentre preparada cuando llegue la inspiración creadora.

Haydn concluía sus partituras con la inscripción "Laus Deo" o "Soli Deo Gloria". Se trata de palabras asociadas más directamente con el verbo "creer" que con el verbo "crear". Curiosamente, ambos verbos comparten, tanto en la forma oral como escrita, en la primera persona del singular del presente de indicativo, dos palabras idénticas: "Yo creo". Es muy importante creer en uno mismo, para atreverse a desarrollar el verbo crear.

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