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¿El maldito viejo topo, otra vez?

Cuando todo parecía atado y bien atado para el sistema, con los antiguos sindicatos, incapaces de salir del paleolítico, reducidos y conducidos a reservas y reservorios (entre otros, paradójicamente, Hollywood, huelga de guionistas), resulta que la globalidad pensada para liberar al capital de ataduras y las tecnologías que tenían por misión enchiquerar al personal para mejor ordeñarlo, cada uno ya con el crotal de datos cosido a la oreja, se han vuelto contra su amo. Fue ya un anuncio premonitorio la «gran dimisión» de los que salen tarifando por propia voluntad del mercado laboral, pero ahora los nuevos rebeldes disparan a las cabezas con imágenes difundidas urbi et orbi a través de las redes de abusos en el trabajo y otros desafueros, que hacen estragos reputacionales, legales y económicos en las grandes compañías globales. ¿Un nuevo fantasma recorre el mundo, casi dos siglos después?

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