Ha abierto las puertas la primera casa de acogida de la comarca. Es un lugar para la pernocta de transeúntes y personas sin techo o en situación de emergencia. Está situado en Poo de Llanes (Po), en la antigua casa rectoral. El inmueble, con capacidad para 40 personas –aunque las restricciones actuales la limitan a seis– ha sido cedido por la Iglesia a la asociación El Patiu, quien impulsó el proyecto, que ha dado en llamar “Llume”.
Cada tarde, cuando el frío recrudece en la calle, los voluntarios salen a buscar a los indigentes que encuentran por Llanes y sus alrededores. Otros ya saben dónde está el centro desde hace tres semanas y acuden a Poo andando o en tren. La entrada, previa toma de temperatura y desinfección, se fija a las 20.00 horas. La salida, a la mañana siguiente, es a las 8.30 horas. Durante ese tiempo, los transeúntes reciben todo lo necesario para su higiene, ropa limpia, techo, cena, desayuno y comida para pasar el día. Y charla. Una huida de su realidad más objetiva. Un debate sobre los porqués de su situación.
Dice Jesús García Morán, presidente de El Patiu, que además de una ficha con datos personales, “les hacemos una pequeña entrevista, hasta donde nos quieran contar”. Y algunos les cuentan, como Miguel, que su vida se truncó al ser abandonado por una madre prostituta a la que no conoció. Más adelante dejó embarazada a su novia, pero nunca llegó a saber de su hijo. El alcohol y la drogas fueron el refugio posterior de una mente que se desestructuró el mismo día en el que nació. “Cada uno tiene su historia, unos están enganchados a la calle, no quieren dejarla”, asume García. Las entrevistas servirán para, si el proyecto tiene continuidad, tal vez reconciliar con la sociedad a alguno de los que pasen por Poo. Hay “de todos los perfiles”, aunque casi todos están relacionados con problemas mentales, adicciones o familias desestructuradas. Hay “de todas las edades” que van desde “poco más de 30 años hasta los 65”. Por Poo han pasado ya “unos ocho o diez”.
La acogida de transeúntes se hacía hasta ahora en el colegio Don Orione de Posada –que es el que ahora aporta las cenas–. La pandemia restringió las visitas al centro y los indigentes se vieron en la calle, también durante la noche. El verano y el otoño pasaron, “pero Aurelio, párroco y miembro de El Patiu, dio la voz de alarma al inicio del invierno. Teníamos que hacer algo y recordamos que la Iglesia nos había cedido estas casas para nuestros chicos en el pasado y le planteamos esta historia. Aceptaron. Pero necesitábamos medios. Trasladamos a la comisión de entidades sociales el problema y todos los colectivos tenían la misma voluntad, pero es muy difícil poner en marcha algo así. El Ayuntamiento tenía muy buena disposición, pero cualquier trámite que pudiera hacer llevaría demasiado tiempo, así que decidimos optar a una subvención de acción social, sin saber si nos sería concedida. Nos arriesgamos y, finalmente, nos corresponden 5.000 euros municipales. Además, el PSOE y Ciudadanos hicieron una enmienda a los presupuestos y nos han concedido 14.000 euros para desarrollar este proyecto hasta marzo. Después, ya veremos”, explica García. Pero en sus ojos hay esperanza.