M. PÉREZ

Cristian M. P., Jesús V. B. y Pablo Luis B. B. tenían montada una sociedad delictiva que se dedicaba a la comisión de «pequeños robos sistemáticos» de objetos, que luego vendían en el mercado de segunda mano. Así lo confirmaron ayer a este periódico fuentes cercanas a la investigación que apuntaron que el rechazo de María Luisa Blanco Blanco a la actividad delictiva de su hermano y los dos inquilinos podría ser el móvil del asesinato y posterior descuartizamiento de la joven de Vallobín. «Ella les recriminaba constantemente». Las broncas fueron a más, hasta que la noche de San Juan «se pasaron». Ese, según las mismas fuentes, sería el relato aproximado de lo que pudo haber sucedido, la tesis que se maneja en estos momentos. Pablo Luis B. B., Cristian M. P. y Jesús V. B. están en la cárcel de Villabona acusados del homicidio de María Luisa Blanco.

El hermano de la joven -que confesó a la Policía que había matado y posteriormente descuartizado a su hermana, guardando los restos en la nevera y la cabeza en el congelador- fue el que dio la pista a la Policía sobre la sociedad delictiva en la que, según declaró, le habían introducido sus amigos y compañeros de piso. Pablo Luis B. B., en su declaración, también confesó «tener miedo» a las posibles represalias de Cristian M. P. y Jesús V. B. por relacionarles con el asesinato de su hermana.

La Policía cree que ninguno de los inquilinos del piso en el 19 de Mariscal Solís trabajaba -Jesús V. B. dijo estar empleado en una carpintería metálica-, por lo que vivían de la comisión de pequeños robos y de los ingresos de la familia Blanco. Sin embargo, según ha podido saber este periódico por fuentes cercanas al caso, un familiar de Jesús V. B. declaró a la Policía que éste le había regalado una videoconsola, tras haber cobrado una importante subvención, en torno a los 4.000 euros, después del nacimiento de su hija.

A los investigadores, sabedores de la situación económica que había en la vivienda, les resultó extraño, desde un principio, que a finales de mes los inquilinos tuviesen casi 50 euros para gastarse en una cena -la noche del asesinato- a base de escalopines al cabrales a domicilio y que a la mañana siguiente Cristian M. P. pagase con un billete de 50 euros un par de botellas de lejía, guantes y un ambientador, supuestamente para limpiar el piso después de la carnicería del asesinato de María Luisa Blanco.

Los investigadores creen que la joven descuartizada se había convertido en «un estorbo» en «el submundo social» en el que se había convertido el piso de Mariscal Solís por sus constantes reproches a la actividad delictiva de los inquilinos y su propio hermano. Otra de las ideas que se han manejado, también relacionada con el móvil económico, es que los inquilinos «tratasen de apropiarse del piso», con María Luisa Blanco muerta y Pablo Luis en la cárcel por su asesinato.

El 23 de junio, la noche de San Juan, Pablo Luis B. B., de 35 años, acabó con la vida de su hermana María Luisa, de 36 años, según él mismo confesó a la Policía, después de que la madre de Jesús V. B. informase de los hechos con una confusa llamada a la Policía. La juez instructora del caso, Marisa Llaneza, ha decretado el secreto del sumario.