J. N.

-¿Cuál es, a su juicio, el contexto del aborto?

-Hay una pretensión de destruir los buenos sentimientos del ser humano. En la diana están la familia y las creencias cristianas porque el cristianismo es una religión liberadora. Las feministas de género pretenden que la patria potestad la tenga el Estado. Y sexo libre desde siempre. Muchos hemos estado durante demasiado tiempo anestesiados hasta que vino una televisión danesa a mostrar las barbaridades del doctor Morín, en Barcelona. Tenía una máquina trituradora para los fetos abortados y después tiraban todo a la basura.

-¿Cabe alegar un control de la explosión demográfica?

-No y más que el control de la población buscan un cambio de mentalidad, una inversión de valores. Vamos por ese camino a pasos agigantados. España era un baluarte hasta hace poco pero hemos avanzado en el mal sentido y hemos pasado incluso a los países más progresistas también en el mal sentido de la palabra. Una mujer, no se olvide, queda hecha polvo tras un aborto. Es algo demostrado científicamente. Existe el síndrome post-aborto, aunque no esté categorizado debido a las presiones de las empresas relacionadas con el aborto. Enlaza con el cáncer de mama, el suicidio, los malos tratos y rupturas de parejas y con la adicción al alcohol.

-En el Congreso hay una mayoría católica.

-Sólo unos cuantos.

-Incluso líderes socialistas como Bono y Blanco.

-No voy a juzgarles pero me parece una vergüenza.