Ch. NEIRA

A las nueve y media de la mañana, en el Palacio de Justicia de Llamaquique, nube de fotógrafos y una señora que pregunta. «¿Quién viene?». «Calatrava». «Ah, por aquello que cayera». Efectivamente, ayer arrancó la vista en el Juzgado número 2 de primera instancia de Oviedo por el derrumbe, el 9 de agosto de 2006, de parte del graderío del Palacio de Buenavista. La aseguradora Allianz, que tuvo que aportar a la promotora Jovellanos XXI 3,5 millones de euros de los 11,3 millones de sobrecoste originados por el accidente, trata de recuperar esta cantidad en un juicio lleno de técnicos y peritos. Y aunque, sí, estaba prevista la presencia de Santiago Calatrava, el protagonista al final fue su no comparecencia.

El abogado del arquitecto valenciano, Sergio Sánchez, abrió la vista con la explicación de que la víspera había recibido un correo de Calatrava con un certificado médico en el que se explicaba que no estaba en condiciones de realizar «un viaje de estas características». El certificado era una copia y estaba en inglés, sin traducción. El juez Daniel Rodríguez Antúnez no se lo pensó dos veces. «Ausencia injustificada, además está en inglés, no sé qué pone». No cambió su criterio cuando se presentó la copia en castellano, al referirse el texto, detalló, a una circunstancia médica «que no se describe».

La no comparecencia injustificada supone en la práctica que se considerarán «hechos ciertos aquellos que puedan ser perjudiciales para los intereses del demandado», explicó el magistrado.

En todo caso, la ausencia de Calatrava no impidió que su estudio ofreciera su versión de los hechos, referidos en este juicio a la culpa última en el desplome de una graderío pero extensible, en el discurrir del juicio, a las formas, los plazos y las circunstancias que han rodeado la construcción del Palacio de Calatrava en Buenavista.

Así, por parte del arquitecto valenciano declaró Javier Fernández Pozuelo, del estudio «In hoc signo vinces», que en los años del accidente era un ingeniero del equipo de Valencia de Calatrava y en la actualidad tiene responsabilidades de gerencia y administración en el equipo del arquitecto. Javier Fernández, a preguntas de las partes, que incluyen a la aseguradora Allianz, a la constructora Fiaga (socia única de Jovellanos XXI, que actuaba como promotora), a Santiago Calatrava, a otra aseguradora y a la defensa del aparejador Carlos Fernández, trató de aclarar como funcionaba en realidad la obra. Y, en especial, quién realizaba las funciones de dirección técnica, pues el aparejador Carlos Fernández, contratado por «In hoc...» para «ser los ojos en Oviedo» del estudio, consta en un documento con ese cargo. Fernández detalló que «la dirección técnica estaba diluida entre todo el personal técnico del estudio "In hoc..."», un «conglomerado» que incluía también a dos personas en Oviedo, el citado aparejador y el arquitecto Emiliano González. Sobre el documento que asigna al aparejador las funciones de dirección, Javier Fernández Pozuelo admitió que era, en realidad, una especie de trámite, «un documento que era necesario introducir en el Ayuntamiento para las licencias».

El miembro del estudio de Calatrava también admitió, como se señaló en varias ocasiones durante la vista, que en el Palacio de Buenavista «nunca existió un proyecto de ejecución completo de obra habitual» y que se trabajó con un proyecto básico al que se fueron añadiendo proyectos de ejecución parciales. Admitió que no existió el habitual libro de órdenes y que éstas se daban, generalmente, desde Valencia, vía fax o correo electrónico, pero negó que el arquitecto Santiago Calatrava tuviera «un conocimiento puntual» permanente de la obra. «Su poder de decisión sí era absoluto», razonó, «pero en general su conocimiento era de supervisión, estaba en contacto cuando él lo decidía, cuando preguntaba cómo iban los trabajos, porque es imposible que alguien que tiene 30 obras a lo largo de todo el mundo esté al día de todas». Insistió en esta idea cuando declaró que «las decisiones se tomaban en Valencia y eso siempre funcionó así, sin queja, y Calatrava estaba en las grandes decisiones, aportaba croquis explicativos o dibujos y tenía un conocimiento cabal de los aspectos más relevantes del proyecto».

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