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Con Nombre Propio | Pablo García | Pablo und Destruktion acaba de publicar su disco "Vigorexia emocional"

El hombre que destruye mitos

Abandonó la moderna Berlín para refugiarse en un pueblo de Villaviciosa, desde donde viajó a Madrid, para más tarde instalarse en Oviedo

El hombre que destruye mitos

Por edad le debían haber pillado, aunque siendo casi un niño, los últimos coletazos del indie y el Xixón Sound. Cumplió 10 años el año que murió Kurt Cobain así que estaba tierno para asimilar aquellos guitarrazos y letras en inglés gritadas por cantantes que no sabían inglés y a los que tampoco les importaba demasiado.

Pablo García nació en Gijón en 1984 pero no tiró por ese palo de rock ni del pop. Intentó que le gustase U2 pero no hubo manera. Necesitaba referentes musicales, como todos, pero no los encontraba. Hasta que entró en la casa sindical de Gijón y descubrió el punk. Era aquello. Aquella rabia, aquella mala leche antisocial que encajaban con lo que pensaba el guaje.

En aquel espacio, en el que había una pequeña distribuidora de música y libros, en el que se editaba una revista, a medio camino entre el Gijón de los astilleros y la villa burguesa, se fue forjando la personalidad de un tipo que ve el mundo con una pasmosa clarividencia. A los 18 años abandonó Gijón. Se fue a Lugo a estudiar Veterinaria y allí descubrió que hacer música le servía para escupir, para echar fuera lo que tenía dentro.

La vida de Pablo García, que se presenta en público como Pablo und Destruktion, está marcada por escenarios, no artísticos, sino vitales. Todo empezó en Gijón y siguió en Lugo. Iba forjándose la bestia que más tarde surgiría. Iba domando talento y estudiando, experimentando mucho para lograr decir lo que quería y como quería. Aterrizó en Madrid y allí descubrió el mundo underground, que no el postureo, y descubrió a su musa Fee Reega, una alemana con la que acabó en Berlín. En el centro de la modernez europea se dio cuenta de que ser moderno era una estupidez, que no era más que una clase social más, cinismo puro. Acabó refugiándose en Morvís, un pueblín de Villaviciosa, sin vecinos. El mundo rural fue un descubrimiento para él y su ya compañera, Fee Reega, y de allí salió un primer disco "Animal con parachoques", un "zas en toda la boca" no sólo a los fantasmas interiores y a los sufrimientos causados por una supuesta crisis sentimental, sino un fuerte golpe que removía lo que hasta el momento se había hecho musicalmente en Asturias. Un tipo llegado de Berlín y que desde un pueblín edita manualmente 20 cds y unas pocas copias en vinilo de un puñado de canciones en el que la tonada se mezcla con la psicodelia y la electrónica, por citar sólo una de las canciones, "Extranjera", porque en el disco hay mucho más.

No era un "neorural", no era nada conocido, era un tipo que parecía atormentado del que brotaban genialidades que a otros les pueden parecer simplemente idas de olla. Algo que en realidad tampoco le importa demasiado porque considera que si alguien le critica es que ya ha logrado algo. No es el que hablen de uno aunque sea mal, sino que si para que llegue el mensaje es necesaria la crítica al artista el objetivo se ha logrado.

El siguiente escenario vuelve a ser Madrid. Salir de la aldea y meterse en la capital supuso otro revés en la forma de entender el mundo. No entendía la mala educación de los urbanitas, muy alejada de los paisanos de pueblo con los que había tratado. Pablo es de esa generación a la que le robaron el futuro, se supone que la mejor preparada pero también la más maltratada. Los primeros estudios de Veterinaria se completaron con disciplinas tan dispares como la Sociología o la Astrofísica, algo que para poco le sirvió aunque lo que en realidad buscaba era conocimiento. Ese regreso a la urbe, en cierto modo a la sociedad, una sociedad que considera herida, si no podrida, le llevó de nuevo a convertirlo en disco, "Sangrín", una tremenda crítica a todo lo que la crisis económica supone. Más experimentación emocional y musical.

El hombre, afincado en Oviedo junto a Reega, ya era conocido en la escena underground española y en algunas zonas de Europa, pero él se encuentra en ese mundo como el eterno becario. Todo muy guapo, todo muy underground, pero teniendo que pagar a su banda la mitad de lo que se merecen o simplemente teniendo que salir a tocar sin banda. Muchas flores y poco dinero. Esa pulsión que lleva dentro, que le hace ser un tipo simpático y abierto pese a parecer atormentado, acaba de convertirse otra vez en disco, en otra demostración de fuerza, "Vigorexia emocional", grabado en Peón, también Villaviciosa. De nuevo algo que perturba, que emociona para bien y para mal. Pasen y escuchen, está de presentaciones.

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