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"Una llamada urgente e ineludible"

El obispo auxiliar ordena como nuevos diáconos a Rafael Giménez, de 63 años, y Sergio Santa, de 32, "que reciben la llamada de Dios con la ilusión de los 18"

Los nuevos diáconos, postrados ante el altar de la capilla mayor del Seminario, ayer, durante la ceremonia de su ordenación. JULIÁN RUS

"Eran las tres menos cuarto de la tarde, acababa de salir de dar clase en el Instituto de Noreña, conducía por una carretera secundaria hacia Oviedo y entonces, Cristo me habló claro: 'Es ahora o nunca'. Al día siguiente pedí la jubilación y empecé el proceso. Era una llamada urgente e ineludible". Rafael Giménez Rodríguez, de 63 años, explica pausadamente, "disimulando los nervios", cuándo y por qué decidió dejar la vida seglar e iniciar un nuevo camino. El obispo auxiliar, Juan Antonio Menéndez, le nombró diácono ayer junto a Sergio Santa Rendón, de 32 años, en una ceremonia celebrada en la capilla mayor del Seminario ante un público formado sobre todo por familia y seres queridos.

La misa comenzó a las seis de la tarde en punto, cuando en la bancada no cabía nadie más. El rector, Antonio Nistal, leyó el evangelio y dio paso al ritual. Ambos prometieron durante el escrutinio obediencia a la Iglesia, celibato y orar por el pueblo de Dios. Llegó la letanía de los santos para pedirles que intercedan por los nuevos diáconos, y luego, unos de los momentos cumbres de la ceremonia: el postramiento. Los seminaristas siguieron la tradición y esperaron sobre la alfombra, sin levantar la cabeza, el descenso del Espíritu Santo. Al fin eran diáconos. Comenzaban una vida nueva.

"Estamos muy muy orgullosos". Los padres del más joven de los dos, Pastor Santa y Nubia Rendón, no decían otra cosa al término de la ceremonia. Viajaron hace nueve días desde Medellín, en Colombia, para acudir a la ordenación de su hijo, que al contrario que su compañero, supo desde siempre que quería servir a Dios. En su país natal dio los primeros pasos para iniciarse en la vida eclesiástica y contactó con la diócesis española de Huesca a través de un amigo. Allí estuvo cuatro años y cuando Jesús Sanz, que fue obispo de esa localidad, fue trasladado a Oviedo, solicitó venir. El resto de su trayectoria ha sido un camino de estudio y sacrificio, aunque él no lo ve así. "Nunca pienso en lo que me pierdo, es decir, no me llama la atención el no, sino el sí, que es con lo que me comprometo".

Entre el público había antiguos alumnos de Giménez, que impartió clase de dibujo durante doce años en un Instituto de Vallecas y otros diecinueve más en el de Noreña. "No quería que vinieran pero insistieron. La docencia es lo que tiene, que te da mucho más de lo que tú le das a ella, como el cariño de la gente", comentó el profesor jubilado. Giménez y Santa recibieron las felicitaciones de los suyos con una gran sonrisa: "Recibimos la llamada de Dios con la misma ilusión que si tuviéramos 18 años".

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