A algunos niños y adolescentes les cuesta comunicarse, interaccionar con los demás, formar parte de su grupo de iguales y nutrirse de los beneficios que aporta la amistad en estas edades infantojuveniles, donde se empieza a consolidar el desarrollo psico-socio-emocional. ¿Es necesario y vital relacionarse con los demás? Todo indica que sí, que venimos programados para relacionarnos con nuestros semejantes desde los primeros instantes de nuestra vida. En su día ya dijo Aristóteles que "el ser humano es un ser social por naturaleza" y que "la amistad es una manifestación de la naturaleza social de los seres humanos".

Pero ¿qué ocurre, cuando un niño pequeño está jugando tranquilamente en casa, llega una persona desconocida para él y reacciona dejando de jugar y escondiéndose detrás de su madre? ¿O cuando un adolescente está ante una situación nueva como un cambio de colegio, y reacciona con inseguridad, mutismo y falta de confianza? En estos casos estamos hablando de comportamientos relacionados con la timidez y/o la introversión.

Es necesario delimitar estos conceptos porque, aunque comparten muchas características, también tienen algunas diferencias. La introversión es una rasgo de personalidad y, como tal, se comporta de manera más estable que la timidez. El introvertido no requiere necesariamente relacionarse para sentirse bien, se puede sentir cómodo estando solo y le suele estresar estar con mucha gente; el tímido sí quiere relacionarse y tener muchos amigos, pero tiene miedo a no ser aceptado, siente vergüenza, inseguridad y poca confianza en sus habilidades.

Se debe enseñar a los niños a desarrollar habilidades sociales para relacionarse mejor, pero siempre respetando sus características personales. Algunas pautas de actuación a seguir pueden ser las siguientes:

No sobreproteger. No hacer las cosas por nuestros hijos. Se deben acumular experiencias de éxito y fracaso desde la primera infancia, y esto sólo se consigue enfrentándose a las situaciones.

Evitar tecnología que genere aislamiento. Los móviles o las consolas generan conductas de aislamiento e inhiben la comunicación cara a cara. Hay que favorecer que participen en actividades conjuntas con otros (por ejemplo. deportes de grupo).

No forzar encuentros sociales. Es conveniente informarles dónde vamos, quién va a estar y qué se va a hacer. La información les ayudará a enfrentar la situación con menos ansiedad.

Practicar situaciones sociales. Ensayar con ellos situaciones de interacción (jugar, pedir algo...) donde los padres hagan el papel de amigo, hace que generen seguridad y confianza.

Respetar su estilo de sociabilidad. Algunos niños necesitan tener muchos amigos, otros con pocos se sienten bien, algunos hacen amigos más rápido y otros necesitan más tiempo. Sobre todo si es tímido tenderá a necesitar más tiempo. Puedes ayudarle diciéndole que invite compañeros a casa, ya que en su ambiente conocido y estable le será más fácil relacionarse.

De la misma manera que aprender a desarrollar habilidades sociales, debemos aprender a generar momentos de soledad con nosotros mismos, donde pararnos a pensar y a reflexionar. Es en el adecuado balance entre lo social y la soledad donde están los mejores momentos de felicidad.