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Ni color de lo que fueron

Los edificios prerrománicos como San Miguel de Lillo o Santullano estaban cubiertos de pinturas, por dentro y también por fuera, según algunos estudios - Muchos investigadores han recreado el sorprendente aspecto original de los monumentos, con vistosas decoraciones geométricas y arquitectónicas

Ni color de lo que fueron

Desde su palacio, dando un corto paseo, Alfonso II llegaba a la iglesia de los Santos Julián y Basilisa. Aquel templo, en el que el monarca asturiano escenificaba la legitimación divina de su poder, debía ser un objeto insólito y deslumbrante en mitad de aquel paisaje umbrío. "No existe en todo el imperio carolingio una pintura como la de Santullano", afirmaba César García de Castro recientemente, en el transcurso de una conferencia sobre arte prerrománico. Difícil imaginar aquello contemplando San Julián de los Prados, el nombre con el que aquella iglesia ha llegado a estos días. No solo el interior estaba decorado profusamente sino que también el exterior estaba pintado, según algunas teorías. Quedan trazas de revocos y pigmentos que han resistido la intemperie.

La pintura prerrománica asturiana es una rareza. Es heredera de los romanos, la influencia visigótica es evidente y la evocación de la estética islámica también está presente. El resultado es una obra insólita, que a simple vista parece rústica y que en su contexto y observada con minuciosidad resulta ser un prodigio.

San Julián de los Prados, San Miguel de Lillo y la capilla de San Miguel, que es la denominación original de la Cámara Santa, guardaban en su interior ese milagro. Santullano es la iglesia en la que mejor se conservan esas pinturas murales, sobre las que hay disparidad de tesis. La restauradora Natalia Díaz- Ordóñez, que trabajó en el interior del edificio para el Instituto del Patrimonio Cultural de España, sostiene que fueron hechas al fresco, en una simplificación de la técnica romana y con el mortero aún húmedo. Sobre él se hacían incisiones y se aplicaban los pigmentos. El restaurador Jesús Puras, que ha intervenido en las pinturas de todos los monumentos prerrománicos asturianos, disiente y afirma que la técnica utilizada fue la del apresto seco, con el mortero sin humedad.

Las pinturas de San Julián de los Prados fueron descubiertas en una intervención sufragada por Fortunato Selgas a principios del siglo pasado. Fue entonces cuando al retirar las bóvedas quedaron a la vista y el resto salieron a la luz unos años más tarde, con la restauración de Luis Menéndez Pidal, en 1972. Unos años antes, en la década de los 50, el pintor Magín Berenguer, en colaboración con el investigador Helmut Schlunk, había reproducido en sus dibujos el aspecto original que debió tener la iglesia, completamente cubierta de pinturas distribuidas en varios niveles.

César García de Castro ha contabilizado en los muros de San Julián once tipos distintos de pequeños edificios. Cruces, cortinajes y motivos geométricos forman parte también de la decoración. "Las pérdidas se pueden suplir por simetría especular: lo que está en un lado está también en el otro", según el historiador.

Todos esos elementos construyen un discurso doctrinal y con las corrientes teológicas de la época en la que fue construida, en el siglo IX, con la cristiandad en plena ebullición.

García de Castro sostiene que la ausencia de figuras humanas en los muros de Santullano tiene que ver con el "alineamiento" de Alfonso II con el emperador Carlomagno y el Concilio de Francfort, celebrado en el año 794, que postulaba que la representación humana de Cristo iba en detrimento de su divinidad.

Sin embargo, en la iglesia de San Miguel de Lillo, construida en la ladera del Naranco, y en las proximidades del palacio de Ramiro I, aún se conservan pinturas que representan figuras humanas. En lo alto de la nave orientada hacia el sur aparece un músico y en un nivel inferior hay un hombre sentado en un trono, tras el cual se vislumbra otra figura humana. Del riesgo de desprendimiento que corre este lienzo alertaban recientemente los expertos. El edificio estaba cubierto de pinturas, de arriba a abajo.

Magín Berenguer recreó algunas de esas figuras, con su aspecto original y ya en el siglo XXI el profesor Francisco José Borge ha reproducido en su página web "Mirabilia Ovetensia" el que, según el material reunido por varios investigadores, debió ser el aspecto original del templo en su interior.

También la Cámara Santa o capilla de San Miguel, cuya construcción se atribuye a Alfonso II y que comúnmente se cree que sirvió de oratorio al rey, estaba decorada. En su caso, las pinturas pretendían ennoblecer la tosquedad de las paredes, imitando el aspecto de materiales nobles como el mármol o el alabastro. Borge también las ha recreado y su aspecto, como el del resto de los edificios con sus decoraciones originales, es sorprendente.

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