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Pablo de Lillo, el artista de ojos abiertos que huye de las etiquetas

El avilesino presenta "Souvenir", un viaje abstracto por las formas de ver el mundo

Pablo de Lillo, el artista de ojos abiertos que huye de las etiquetas

Pinturas con volumen en las que no aparece ni una mínima intervención de una brocha o un pincel, ni una gota de pintura por ninguna parte. Esculturas que cualquiera podría llamar cuadros, y en las que sus componentes son solo una representación de la realidad. Una instalación que arrancará muchos "eso lo puedo hacer yo", pero que el intenso diálogo que mantiene con el resto de piezas del espacio los convertirá en declaraciones sin sentido. Y muchos collages, que intentar explicar con palabras se vuelve una misión imposible, que sirven solo de aperitivo en la presentación de la tormenta creativa que vive en la cabeza y el corazón de Pablo de Lillo (Avilés, 1969). El artista inauguró ayer su nueva exposición, "Souvenir", en la galería ovetense Arancha Osoro. Un viaje abstracto por las formas de ver el mundo a través de su propia mirada. "Siempre me definen como artista conceptual, y tengo que cargar y vivir con esa etiqueta", dice entre risas. Pero él es mucho más que concepto. Su libertad a la hora de mezclar materiales, formas, texturas y colores refleja que detrás de cada uno de sus mensajes, más claros de lo que él cree, hay muchas horas de investigación. "¿Se nota tanto?", bromea. "Muchas veces pienso que mis piezas llegan a los artistas porque ellos han vivido experiencias parecidas a las que yo he vivido y saben todo lo que hay detrás de ellas". Pero, aunque el arte comercial y él son antónimos, son muchos los que observan su trabajo con admiración.

En "Souvenir", De Lillo juega o agita el concepto de obra de arte. "Para mí esa estructura de metacrilato y aluminio -dice señalando a una de sus piezas, colgada en una pared de la galería- es una pintura. De hecho, la presenté a un concurso y la rechazaron porque dijeron que no era una pintura. Eso abre un debate enorme porque para mí cumple todos los requisitos para serlo". Y es esa reflexión y ese debate interno constante el que se ve en esta muestra. Una conversación "sobre cómo miramos, cómo queremos mirar y qué no vemos aunque lo tengamos delante". Y para ejemplo, un botón. El artista enseña los contrastes entre su infancia y la realidad actual a partir de intervenciones en páginas de publicidad de los años 70. "A veces no es necesario traer cosas nuevas al mundo, sino presentar nuevas miradas hacia lo que ya hay. Yo tengo siempre los ojos abiertos. Hay cosas que están ahí para todos, pero a mí me captan. Las guardo, y en algún momento las saco para darles una segunda vuelta e introducirlas en una relación con el resto de mi obra". Por eso, todo es posible en el universo Pablo de Lillo. Solo hace falta tener ganas de ver y de mirar.

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