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La asturiana que reconstruye la música

Con su habilidad para descifrar y transcribir partituras, Tamara Fernández ha restaurado las melodías del Misal Romano de la Conferencia Episcopal

Tamara Fernández, ante la mesa donde trabaja descifrando y transcribiendo partituras. RUBÉN VEGA

"Escribir música rápidamente es una habilidad como otra cualquiera", dice Tamara Fernández Herrera, nacida en Sevilla, de padre asturiano y afincada en Oviedo desde hace más de diez años, que ha hecho de ese talento su modo de vida. Titulada superior en Flauta y Composición por el Conservatorio de Asturias, es capaz de descifrar partituras prácticamente ilegibles, ya sea por su deterioro o por la difícil escritura de su autor. Tiene entre sus mejores clientes a la Conferencia Episcopal Española, que gracias a su trabajo ha podido editar el Misal Romano de España, y compositores contemporáneos, incluso en Alemania. "Me llegan tesoros, partituras perdidas del siglo XIX, y a veces no me puedo creer que yo vaya a ser la primera en escucharlas", declara con una pasión evidente.

Desde su página web (particellas.com), Tamara Fernández ha acabado haciéndose con una clientela fija. Además, ha fichado por una editorial especializada en música, que conoció y probó su trabajo y decidió incorporarla a su plantilla. Simultanea ambas actividades y eso le deja poco tiempo libre. Trabaja en el salón de su casa, con grandes ventanales y amplias vistas, con dos ordenadores en la mesa y el piano siempre al lado. Pasa muchas horas encerrada allí, así que se ha buscado un lugar agradable para trabajar. Luz, buenas vistas y música: en su casa siempre está sonando la música. Pero también hay mucho esfuerzo en juego. "Éste es un trabajo de chinos, nadie lo quiere, pero qué le voy a hacer: a veces me desespero, pero a mí me gusta", reconoce. De hecho, en épocas de muchos encargos intentó contratar a alguien que la ayudara y le resultó imposible. La ventaja es que en sus ordenadores está todo, puede hacer una escapada e irse de viaje y llevarse con ella la oficina.

Sus clientes son investigadores, profesores y compositores, que necesitan que alguien les pase a limpio las partituras que han escrito en un rapto de inspiración. Sus contratos con ellos incluyen una clausula de confidencialidad: tiene que guardar celosamente la información que le hacen llegar, que puede ser objeto de una tesis doctoral o que le ha confiado un autor que aún no ha estrenado la obra. En estos días tiene sobre el atril, en su mesa, la partitura de un concierto de guitarra. "Yo soy la intermediaria entre el papel y la música", explica.

Desde la Conferencia Episcopal le envían todo tipo de composiciones, desde pequeñas oraciones litúrgicas hasta todo un ritual de matrimonio, que tiene pendiente en este momento. Tiene también entre manos una zarzuela sobre Pedro Madruga, un noble gallego del siglo XV. Ha hecho arreglos y ha colaborado con compositores de bandas sonoras, también con grupos de música folk. Explica que en música, aunque se utiliza mucho el ordenador, la mayoría sigue prefiriendo tinta y papel. Su tarea consiste en facilitar el trabajo a quienes tienen que interpretar una obra, para que puedan leer las partituras con facilidad. Y también saca las particellas, la partitura para cada instrumento.

Más de un compositor le ha invitado al estreno de la obra que ella ha transcrito. Asistió a la presentación del Misal de la Conferencia Episcopal. Reconoce que en lo que hace tiene una implicación "sentimental" y que hay clientes que no le gustaría perder. Aunque nunca se hayan visto las caras pasan horas y horas hablando por teléfono, durante varios días, y acaba estableciendo con ellos una estrecha relación.

Tamara Fernández no se limita a transcribir, también ha compuesto alguna obra. Esa faceta está ahora aparcada. Su empresa y el doctorado son ahora sus prioridades.

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