Lorenzo Silva debía haber llegado ayer al mediodía a Oviedo para cortar la cinta de apertura de Libroviedo. No pudo ser, por los retrasos que la huelga de pilotos está causando estos días en los vuelos a Asturias. Llegó de sobra para el coloquio de la tarde, que mantuvo frente a sus lectores con el librero Rafael Gutiérrez. En él reflexionó sobre los efectos de la lectura o la ausencia de ella en "sociedades hipertecnificadas" como la actual e hizo un repaso de su trayectoria como lector y escritor. El escritor opina que están apareciendo "nuevos espacios de barbarie que son efecto de la falta de lectura y del poco afecto a la cultura".

"Cuando cierra una librería muere un trozo de civilización", añadió y considera un agravante el hecho de que teniendo acceso a la cultura no se haga uso de ella. "Lo que contienen los libros es muy importante", advirtió.

Silva hizo una defensa de las bibliotecas. "En España estamos teniendo cada vez mejores bibliotecas públicas", dijo, y comparó el bibliobús que visitaba cada quince días Carabanchel ofreciendo libros cuando él era un niño con la excelente biblioteca abierta en el distrito hace unos años, de la que es socio de honor y que, para el escritor, tiene las mejores vistas de Madrid.

Contó como empezó a leer muy pronto, con cuatro o cinco años, con la colección de Joyas Literarias Juveniles de Bruguera, en las que conoció personajes que le han acompañado desde entonces. Luego continuó con la biblioteca familiar, en la que su padre, militar, atesoraba clásicos de la literatura española y europea lo mismo "El Quijote" que "Rojo y Negro".

También habló de cómo abandonó "la clandestinidad literaria" en 1995 después de quince años escribiendo sin publicar y como después del desencanto inicial por los problemas legales y el cierre de la editorial que impidieron que su primer libro llegase a las librerías decidió disfrutar de la literatura, como en un juego. En 1997 Lorenzo Silva quedó finalista en el Nadal con "La flaqueza del bolchevique" y la primera entrega de las aventuras de Bellvilacqua y Chamorro. Escribió las dos novelas en cuatro meses.