"Allá por el año 1923, quiso la Providencia enviarnos para regir el colegio de la Medalla Milagrosa a una monjita, desconocida entre nosotros, pero ya curtida en el caminar por los senderos jalonados por Cristo. Cuarenta y cinco años de superiora fueron sumando en el haber de sor Blasa el cariño de otras tantas generaciones asturianas, hoy repartidas por toda la geografía, que dan testimonio, siguiendo su ejemplo y enseñanzas, de aquel legado de amor, de caridad y de saber darse al servicio del prójimo. Sus alumnas, hoy, cincuenta años después, aún la recuerdan con cariño".