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Ya es verano en el Paleolítico ovetense

Los antiguos pobladores del valle del Nalón dejaron sus huellas a lo largo de más de diez mil años en las paredes de la cueva de La Lluera

La de la Lluera, en Priorio, es una de los yacimientos paleolíticos más singulares de Asturias. No es una cueva, en sentido estricto, sino más bien un abrigo a orillas del río Nalón, en medio de un paraje de gran belleza. La Lluera estuvo ocupada durante miles de años, ente el 21.000 y e 10.000 antes de Cristo y sus sucesivos pobladores dejaron su huella en la roca, en forma de grabados que recrean de forma rudimentaria pero muy gráfica aquel mundo en el que vivían. La Lluera ha vuelto a abrirse a las visitas, después del paréntesis del año pasado en que el que la Consejería de Cultura desistió por falta de personal. Este verano, hasta bien entrado septiembre, la mirada de los ovetenses interesados y los turistas curiosos iluminará las ciervas, los uros y los caballos que sus antepasados hicieron llegar al futuro a través de sus trazos.

Las visitas a La Lluera comenzaron la semana pasada y los visitantes acuden poco a poco, en grupos pequeños, a veces de uno a uno. La arqueóloga Rosario Suárez hace de guía, recoge a la gente al principio de camino que baja hasta el yacimiento paleolítico y ya en él les habla de él, y les muestra pacientemente las figuras que se esconden en la roca y que no son fáciles de descubrir a simple vista. "Se sorprenden por el tipo de impresión y las superposiciones", comenta la guía. Lo que se ve en La Lluera no se parece a lo que se encuentra en cuevas como la de Candamo, el Pindal o Tito Bustillo, empezando por que el de Oviedo es "un santuario exterior, no un recorrido interno".

¿Y que es lo que hay tan singular en La Lluera? En la cueva se guardó ganado y fue ocupada por un fugitivo en la Guerra Civil. Los paleontólogos la descubrieron en 1979 y es, en sentido estricto, una pequeña caverna con por dos cortas galerías que se unen en el interior y que comparten una misma boca orientada al Sur-Sureste. Sus paredes están cubiertas de trazos, grabados en la roca, que representan diversos animales y en las que se repiten ciertas figuras geométricas.

Ignacio Alonso, director del Museo Arqueológico de Asturias, las inscribe en el periodo aziliense, inmediatamente anterior al neolítico y al final de la ocupación de la cueva. Durante la excavación en la galería más pequeña, La Lluera II, se encontraron útiles de pintura y objetos de uso personal, como una pulsera, que se exhiben en una vitrina del Museo ovetense. Alonso aconseja complementar la visita a La Lluera con otra al Arqueológico, antes o después, para profundizar en ella y contextualizarla.

La cueva fue objeto de estudio en la década de los 80 del siglo XX por los profesores de la Universidad de Oviedo Javier Fortea y Adolfo Rodríguez Asensio, que al principio accedían hasta ella por el río, en una lancha. Las figuras grabadas en la roca aparecen a la entrada de la gruta y penetran en el interior, unos cinco metros hacia dentro. La zona artísticamente más interesante es la que se conoce como "la gran hornacina", en el interior y con el repertorio de figuras más elaboradas: seis uros mirando al exterior, un caballo y varias ciervas.

Carmen Gavito y Manuel Díaz, de Oviedo, están entre los primeros visitantes en disfrutar de La Lluera esta temporada. La hora que han pasado en la gruta, con Rosario Suárez, les ha resultado reveladora. Ella comenta que "cuando empiezas no ves nada y poco a poco lo vas descubriendo"; él recomienda la experiencia a "quien le guste saber de nuestros orígenes".

Los grupos que se acercan hasta allí suelen ser reducidos y es raro que se llenen todas las plazas. Se trata, cuando llegan de fuera, de un "turismo inteligente", según Ignacio Alonso, algo que se nota, comenta, hasta en las preguntas que hacen, y que han planificado su estancia.

No es raro que acusa una sola persona, como en el caso de Javier Alonso, que esta semana llegó con ganas de conocer un yacimiento que ya de antemano califica como "muy interesante".

La guía les explica como los pobladores de la cueva ovetense debían "tener una comunidad cultural con toda la banda cantábrica, hasta la Borgoña, con una genética común, lo que hace suponer que había comunicación entre ellas". O les habla de curiosidades como los 15 triángulos grabados en la galería más pequeña, que los estudiosos consideran signos que representan la sexualidad femenina y que aparecen asociados a una pequeña cierva.

Hay muchas elucubraciones en torno a La Lluera y el uso que se le dio a lo largo de milenios. Los grabados se superponen a lo largo de todo ese tiempo en el que estuvo ocupada y al fondo de la gruta, cegadas por el material pétreo desprendido y acumulado se supone que hay más galerías.

La Dirección General de Patrimonio Cultural del Principado ha organizado visitas hasta mediados de septiembre, de miércoles a domingos y en varios turnos, de diez de la mañana a dos de la tarde. Las reservas deben hacerse llamando al 674 800 385, de miércoles a domingo, en el mismo horario de las visitas.

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