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La vida secreta del Campoamor

La historia del coliseo ovetense está plagada de hechos insólitos, que "Factoría Norte" saca a escena durante las visitas dramatizadas

Enrique Dueñas les muestra la sastrería.

Para el telón y los tapizados del Campoamor se trajeron a Oviedo mil quinientos metros de terciopelo rojo de Utrecht. La fachada del teatro, arrasada en el incendio de 1934, estaba decorada por dos grandes estatuas que representaban a la Comedia y a la Tragedia. Ramón de Campoamor no pudo asistir a la inauguración, así que envió a su hermano Leandro e hizo una donación de mil pesetas para los necesitados de la ciudad. El Campoamor fue el primer teatro de Oviedo en disponer de luz eléctrica. La gran lámpara de cristal y bronce que ilumina su interior pesa 900 kilos y solo se descuelga dos veces al año, para limpiarla. Es el mismísimo Ramón de Campoamor, al que el teatro le debe el nombre y que está interpretado por Borja Roces, el que cuenta todas esas curiosidades a quienes se animan a participar en las visitas dramatizadas de este verano.

La actividad comenzó el año pasado, por el 125 aniversario del teatro, y tuvieron tanto éxito que la Fundación Municipal de Cultura decidió repetir. "Factoría Norte", la compañía que se ha hecho cargo de la actividad, celebra con ellas los veinte años de su constitución. Empezaron el 10 de julio y en esta primera semana todos los turnos han estado llenos. Habrá más visitas, del 16 al 20 de julio, del 23 al 26 y el 30 y 31 de este mes; en agosto serán los días 1, 2, 6 y 7; y siempre en dos turnos, a las 18.00 horas y a las 19.30.

Los autores de la dramatización, que conduce a los visitantes del vestíbulo al salón de té y de allí al escenario y a los camerinos y la sala de ensayos, son Carmen Gallo y Eladio de Pablo, que han metido en el mismo saco a Ramón de Campoamor, el movimiento hippie, personajes de Shakespeare y la música de "La Flauta Mágica" de Mozart y les ha salido un guión divertido e ilustrativo.

La reencarnación teatral de Campoamor dirige la visita junto a Dani, el hippie, que interpreta Enrique Dueñas. Hay declamaciones, números de ópera, canciones setenteras... Todo al servicio de la historia del teatro.

Durante los 70 minutos que dura el recorrido hay tiempo para contar curiosidades como que, una vez tomada la decisión de construir el teatro, la Corporación municipal ovetense tardó seis años en convocar el concurso y que solo se presentó un proyecto, el de José López Salaberri y Siro Borrajo que fue el que se puso en pie; que el alcalde por aquel entonces era Longoria Carbajal, el que da nombre a la plaza; que el teatro se inauguró el 17 de septiembre de 1892 y que entre el público estaba sentado el mismísimo Leopoldo Alas Clarín, que fue el que eligió su nombre. Era, además, un teatro excepcionalmente seguro para la época, con el escenario alejado del patio de butacas para prevenir los incendios, por entonces muy habituales.

El Ramón de Campomanes de "Factoría Norte" se encuentra cara a cara con el busto que de él esculpió Víctor Hevia Granda para la reinauguración de 1948. También se detiene ante la versión del Guernica que Germán Madroño regaló al Campoamor, "Guernica de consumo", y que preside el salón de té; revela, de pasada, que la obra fue pintada durante una noche de fiesta en la antigua discoteca "La Real".

El teatro ovetense guarda alguna que otra historia incómoda, como la de la destitución del tenor ovetense Lorenzo Abruñedo, su primer gerente, que presentó una ambiciosa programación para la temporada inaugural, con 20 grandes óperas italianas a precios "astronómicos". Se montó tal escándalo que tuvo que dejar el cargo y fue sustituido por Florencio Turpini.

Todas esas curiosidades históricas se enredan en la memoria de los visitantes con sus vivencias personales. Estefanía López recuerda vivamente la primera vez que asistió a una función en el Campoamor. Tenía ocho años y fue a ver "El arca de Noé". Este verano ha regresado con su familia a Oviedo, desde Estados Unidos donde reside hace ya muchos años, y ha querido compartir con su hijo, Georges Becker, y con los amigos que la han acompañado, Jenny y Bobby Taylor, esa parte de su historia personal.

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