Queso de Siero, vinos gallegos, semillas, embutidos y la mejor artesanía. Todo esto y mucho más tiene cabida en el Mercadillo Artesano y Ecológico que se reúne en la plaza de la Catedral de Oviedo y que aspira a consolidarse como cita de referencia en la ciudad, siempre el tercer domingo de cada mes. Una cita que fin de semana llegó a su segunda edición con una buena afluencia de clientes, espoleados por esos 28 grados que alcanzaron los termómetros, y con una variada oferta de productos, distribuidos en un total de 45 puestos.

La repostería y los embutidos eran bienes especialmente apreciados, aunque también la artesanía tenía su público en este "mercadillo de las maravillas". Huesos de melocotón, piel de cebolla seca, líquenes y semillas de árboles son algunos de los materiales que usa Belén Mallo para realizar pianistas, astronautas o a Don Quijote. Natural de Avilés, hace más de 20 años, trabajaba como diseñadora gráfica. Con la llegada de la crisis, la empresa cerró y despidió a todos sus empleados, lo que la llevó a mudarse a Pendueles (Llanes), parroquia frente al mar. "Paseaba mucho, iba recogiendo cosas por la calle, empecé a hacer mis figuras por diversión", recuerda Mallo de sus inicios de lo que ahora es un trabajo. "Todos los materiales son desechos de la naturaleza, pese a su aparente fragilidad, resisten", explica a sus clientes.

La innovación también tiene cabida en el mercadillo. Raúl González ofrece desde un tapón hasta un escanciador artesanal para servir sidra en las hostelerías, el cual le llevó a ganar el premio al "Producto más novedoso" de la Fiesta de la Sidra Natural de Gijón en 2016. "Es una forma más sencilla y eficaz de escanciarla. Al principio probaba a fabricarme mis propios tapones, más tarde le añadí un 'émbolo' y seguí desarrollándolo", explica González, que vende sus productos también a través de internet.

Muchas de las personas que estaban tras el mostrador este fin de semana habían convertido lo que en un principio era un juego o afición en un trabajo. El caso de Mónica Santos, al frente de una asociación humanitaria que también tiene un puesto en el mercadillo, es más radical. Nacida en Gijón y licenciada en Economía, consiguió un empleo, en una sucursal bancaria, y se mudó a Barcelona hace más de 20 años. "Mi vida era un poco mustia", reconoce. Pero un día, decidió abrazar el cambio, dar "un vuelco" a su vida, como ella misma dice, y dedicarse a ayudar a otros.

"Todo empezó cuando fui al gimnasio y vi un cartel que ponía 'descubre el payaso que hay en ti'", recuerda Santos, quién tenía como afición el mundo del teatro y una personalidad "graciosa". Tras décadas de dedicación ha logrado, junto a una asociación de payasos sociales, ayudar en 2017 a 4.450 personas en Mumbai, a las que se suman otras 3.000 en lo que va de año.

"No podemos eliminar el dolor, pero si podemos cambiar su estado anímico", explica Santos. Entre sus principales pacientes se encuentran los niños del Tata Memorial Hospital -el centro del tratamiento oncológico de referencia en la India-, y los procedentes de orfanatos y de familias campesinas sin recursos.