La ciudad de Oviedo es testigo desde hace una semana de la reducción a escombros de 70 años de su historia. La demolición del Sanatorio Blanco, la emblemática clínica privada fundada en 1949 por el doctor Alfredo Blanco en la calle Padre Vinjoy, para levantar un bloque de 28 viviendas despierta la nostalgia de muchos ovetenses veteranos que, por distintos motivos, pasaron por sus consultas y habitaciones hasta su cierre definitivo hace ahora cuatro años.

La historia del Sanatorio Blanco es la de las miles de personas que en algún momento precisaron de la atención del excelente equipo de profesionales reunido por Alfredo Blanco desde la creación del equipamiento hasta su jubilación como director del mismo, en el año 1981. También lo es de los que acudieron al edificio en una segunda etapa como clínica, que se prolongó hasta 1988, y de los muchos que tuvieron algún familiar en el edificio durante su etapa como residencia El Fontán durante 26 años y hasta su cierre en 2014.

Son los descendientes del fundador los que más padecen estos días el dolor de ver caer un edifico que llegó a contar con capacidad para 63 pacientes, sala de rayos, sala de partos y varias consultas. "Da mucha pena porque era como nuestra segunda casa", declara Antonio Blanco, uno de los once hijos del fundador y de los cuatro que siguieron los pasos profesionales de su padre. "Yo, como otros muchos ovetenses, nací allí e incluso llegué a trabajar en el sanatorio durante cuatro años", rememora el doctor, actualmente jubilado del HUCA.

Alfredo Blanco encontró en 1949 el lugar idóneo para trasladar su clínica de la calle Campoamor, tras quedarse esta pequeña. En su aventura le acompañó su hermano, el ginecólogo Benjamín Blanco, y, tras comenzar con un edificio de dos plantas, a finales de los años 50, decidió ampliar las instalaciones para aumentar su equipo de profesionales, entre los que destacaban numerosos nombres como el cirujano de digestivo Bernardo González Cachón o el traumatólogo Rafael Miranda Menes.

Monjas carmelitas

Los que estuvieron ingresados en el Sanatorio Blanco recuerdan perfectamente las atenciones de las monjas carmelitas misioneras que residían en el edificio y trabajaban en la clínica para subsistir económicamente. "Eran unas trabajadores más y para nosotros eran como de la familia", indica un Antonio Blanco, que guarda un excelente recuerdo de religiosas como la madre Elena, organizadora del quirófano, o sor Benigna y sor Leonor, trabajadoras de la cocina.

El buen hacer del equipo de profesionales convirtió al Sanatorio Blanco en una de las clínicas sanitarias de referencia de la región, en la que también pasaron consulta los conocidos oftalmólogos locales Luis y Álvaro Fernández-Vega, entre otros muchos doctores de enorme prestigio.

Alfredo Blanco ejercería la medicina en las dependencias hasta 1973, cuando pasó a ocupar la dirección de la clínica hasta su retirada definitiva ocho años después. Sus sucesores abogaron por un modelo sanitario más moderno, pero su apuesta empresarial sólo duraría siete años, hasta la conversión del edificio en una residencia de mayores, trasladada hace cuatro años a Colloto.

Desde 2014 el edificio estaba cerrado, pero la constructora Los Álamos vio en el mismo un lugar privilegiado para desarrollar un bloque de siete alturas con 28 viviendas, coronado por una azotea con piscina incluida. "Cuando mi padre puso la clínica estaba a las afueras, sólo había una casa y un hórreo y ahora está en el centro de la ciudad", indica Antonio Blanco sobre las consecuencias del desarrollo urbanístico de la ciudad en los últimos 70 años.

Ahora, la promotora del nuevo bloque de viviendas confía en terminar de reducir a escombros el edificio en los próximos días y comenzar la construcción de las viviendas "en unas semanas".