Daniel Bernabé (Madrid, 1980) ha revolucionado del debate político en la izquierda con "La trampa de la diversidad. Cómo el neoliberalismo fragmentó al identidad de la clase trabajadora" (Akal, 2018), en el que se cuestiona si las políticas de identidad (feminismo, animalismo, diversidad sexual?) distraen del objetivo último de la lucha anticapitalista. Ayer lo presentó en la casa de Cultura de Mieres, hoy lo hará en El Manglar a las 19.30 horas y mañana, a la misma hora, en Gijón, en la Antigua Escuela de Comercio.

El libro, cuenta, surgió como un artículo de encargo para explicar, en el contexto del Brexit y el auge de las ultraderechas "por qué a la izquierda parecía que le costaba cada vez más contactar con los menos interesados en política". El salto al libro, más allá, quería explicar "cómo ha cambiado nuestra relación con la política en los últimos 40 años". "Antes", cuenta Bernabé, "era más de clase, comunitaria; ahora, individual y aspiracional; la política no como forma común de resolver problemas y sí como forma de medrar". Eso se junta, además, en lo que llama "la política como máquina de refrescos", en la que el ciudadano "compra" su opción temática. "Se ha perdido la conexión ideológica, y cuando planteas la política como un proceso de compra te pasa lo mismo que en el super, que te llevas lo más llamativo, pero que no te conviene y encima es caro".

Bernabé sitúa uno de los momentos claves del cambio en el thatcherismo. "En los años treinta la gente sabía a lo que había llevado la desigualdad, a la Guerra, pero en los setenta ya no se habla de eso, y ella juega a confundir el término 'unequal", de desigualdad con diferencia. Thatcher plantea que en Europa del Este querían homogeneizar la sociedad, y callaba que buscaban la igualdad. Lo que el liberalismo británico plantea es que iba a permitir a cada individuo ser diverso, diferente, acceder donde quisiera por su empeño". Pero la promesa no funcionó. "La paradoja", sigue Bernabé, "es que el neoliberalismo nos ha homogeneizado mucho a todos y ha ahondado en las desigualdades. Ahora todos somos clase media en lo aspiracional, y eso crea una angustia que te lleva a potenciar el yo constantemente. La gente busca en las series o los deportes ser diferente al de al lado, y esto pasa también en la política. Cada vez se forman grupos más pequeños, más específicos, basados en identidades diversitarias que compiten entre ellas, luchas identitarias que se solventan mediante la ofensa y este tipo de cosas".

Al libro y a su autor estas reflexiones le han valido polémicas y hasta amenazas, lo que, bromea, "justifica un poco el motivo por el que lo escribí". No obstante, Bernabé quiere aclarar que nunca ha dicho que "el feminismo o el movimiento LGTB sea más importante que el conflicto capital/trabajo". "Lo que pasa es que hay que buscar un hilo de unión entre esas cuestiones. Se trata de unirnos para las cuestiones que nos afectan a todos independientemente de nuestra raza o sexo. Porque a la Sanidad pública o al bache en la carretera le dan igual tus luchas identitarias".

Sin embargo, estas cuestiones identitarias parecen ir en lote, dentro de los paquetes de pensamiento. Bernabé matiza. "Por una parte a la gente cada vez le cuesta más afiliarse a un partido, por la excusa personal de 'eso no tiene que ver conmigo', cuando de lo que trataba la política era de ver cómo te organizabas pese a las diferencias. Por otra, es paradójico que la izquierda tenga posturas férreas y fijas sobre lo simbólico pero indecisión en las de peso. Creo que no es fundamental para la izquierda que te gusten o no los toros, el problema es que tengamos eso muy claro y no seamos capaces de saber qué hacer con la banca".