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MARC VIDAL | Economista, habla este martes en la jornada Expo Robots del Palacio de Congresos de Oviedo

"Necesitaremos más filósofos y poetas para explicar a las máquinas quiénes somos"

"El riesgo de ceder el mando a la tecnología sin analizar las variables de decisiones algorítmicas a tiempo real de lo que nos afecta es enorme"

Marc Vidal

El Palacio de Congresos de Buenavista acoge este martes Expo Robot, una jornada organizada por Oviedo Emprende para analizar los retos de la última revolución de las máquinas que incluirá una de las mayores exposiciones de robots realizada hasta ahora en Asturias. La exposición estará abierta de 11 a 19 horas y el programa se completa con una charla de la ingeniera Cristina Urdiales sobre los robots de apoyo a la movilidad y otra del economista Marc Vidal sobre "el papel de quien emprende en un mundo automático". Vidal, divulgador, asesor de empresas y especialista en transformación digital, adelanta en esta entrevista con LA NUEVA ESPAÑA algunas de las claves sobre automatización e inteligencia artifical.

-¿Estamos ya de lleno en la de los robots? ¿Está preparada y es consciente la sociedad de los cambios que traerá?

-Siempre ha habido una distorsión notable entre lo que se suponía que era una revolución tecnológica y su percepción sociológica. A finales del siglo XVIII, cuando una máquina de vapor entraba sin avisar en una fábrica textil del sur de Londres, de las 400 personas que allí estaban trabajando de sol a sol, 300 eran expulsadas ante la eficiencia de aquel ingenio. Esos 300 y sus familias llamaron a ese momento de la historia, que nosotros denominamos medio siglo después como la 'Primera Revolución Industrial', la 'Primera Crisis Industrial'. El ser humano vive sus revoluciones asociadas a una tecnología como una crisis, básicamente porque una de sus consecuencias inmediatas es un desajuste económico que llamamos 'deflación del capital'. Esto significa que durante un tiempo prudencial aquello que sustituye a un 'pool' de dispositivos o mecanismos tecnológicos, deriva en una producción, distribución y consumo donde el coste de la cadena de valor y su obsolescencia programada suelen ser muy menor. De ahí que parezca que el capital 'desaparezca' y con él el empleo y sus activos.

-¿No es así?

-No, se redistribuye poco a poco, y aunque cada vez más rápido, es mucho más lento que la capacidad de generar ese valor y capital, estructuras y empleo. De ahí que parezca que no estamos preparados. Otra cosa es cómo lo gestionen aquellos que tienen la obligación de establecer amortiguadores, desplegar modelos que aprovechen los cambios de modelos de crecimiento y estimular a las empresas que pueden regenerar la economía tradicional a otra más digital y eficiente.

-Regalamos nuestros datos, vivimos pegados al móvil y a la vez tapamos la cámara web y los pioneros de Silicon Valley reniegan. ¿Cuándo se normalizará todo esto?

-Estamos aprendiendo todos. Algunos han sido muy listos y mientras aprendíamos se han ido aprovechando. Incluso, con el denostado efecto del 'todo gratis' parecería que hemos aceptado que se usen nuestros datos y se mercadee con ellos. Sin embargo nos vamos alfabetizando a fuerza de palos. Noticias que reflejan que con nuestro histórico de navegación se puede establecer un perfil de nosotros, usarlo y compartirlo con empresas, gobiernos o partidos políticos sin nuestro conocimiento, no hacen más que incrementar el número de personas que deciden ponerse al día. No obstante estamos lejos de que esto esté normalizado. Un ejemplo. Nos dicen que una Smart City es un espacio que mejora la vida de los ciudadanos. Para ello se nos demandan datos. Muchos de ellos ya no los podemos discriminar. Salen de nuestra vida cotidiana. En breve, de todos ellos surgirán políticas automáticas, procesos de mejora social y organizativa. En teoría dejar nuestros datos a esos algoritmos nos garantiza una vida mejor, más ordenada ¿Qué grado de conocimiento sobre el funcionamiento de esos algoritmos deberemos exigir? Los ciudadanos nos hemos convertido en simples 'sensores' que, a la vez, actuamos como 'productores'; productores de datos sobre nosotros y nuestras relaciones con el entorno. El problema es que de momento no hay nada que haga prever que ese intercambio vaya a ir en dos direcciones. Vamos a entregar datos pero no vamos a tener opciones de interactuar al mismo nivel en ese proceso. ¿Qué decisiones toman esos algoritmos? ¿Y cómo las toman? No seré yo alguien sospechoso de no ver en la tecnología un aliado para el género humano, todo lo contrario. Pero el riesgo de ampliar el porcentaje de ciudadanos sin criterio en temas importantes y de dejarnos seducir por un mundo automático crece. Y es que ceder el mando a la tecnología sin haber analizado antes quiénes son los verdaderos actores de este asunto, las variables éticas y sociológicas que tiene una decisión algorítmica a tiempo real de todo lo que nos afecta, es enorme.

-¿Qué hay de lo volátil que aparentan ser estas tecnologías, incluso las empresas que las producen? ¿Puede caer Google de un día a otro?

-Es posible que en un momento determinado Google se encuentre en una situación de riesgo. Quien sabe. De hecho Jeff Bezos anuncia que Amazon no vivirá más allá de las 4 décadas y estamos casi en la tercera. La idea de que las empresas tienen que adaptarse cada vez más rápido es cierta y que en ella, más que un riesgo, debe haber una visión de conquista también. A mí me gusta hablar de 'empresas autoajustables', un modo gráfico de explicar cómo deberán las empresas de hoy ser las del mañana a tiempo real. Cuando sugiero que una cosa es digitalizarse y otra muy distinta transformarse digitalmente, me refiero a esto. Los beneficios de este tipo de relación entre automatización y lectura de datos, para la generación de modelos de negocio, y ofertas nuevas a tiempo real supera a cualquier proyecto de digitalización que sólo se aplique tecnológicamente. Optimizar en sí mismo no es suficiente, ni automatizar tampoco. Se trata de combinar una red que se refuerce a sí misma. Que aprenda, que mejore con la experiencia y que genere nuevas ofertas que atraigan a más clientes y con ellos lleguen más datos y esos datos aporten experiencia de nuevo, y esa experiencia mayor conocimiento y con ese conocimiento volvemos al principio. Ese circuito prodigioso debe ser capaz de funcionar de un modo autónomo. La empresa autoajustable se refuerza a sí misma y precisa de una intervención humana muy distinta. Y ahí surge el reto más importante. De eso tenemos que hablar, del papel humano en una empresa de este tipo. Convertir una empresa tradicional que busca innovar constantemente, que quiere transformarse digitalmente y que para ello necesita repensarlo todo, requiere una forma diferente de pensar. En lugar de la fórmula mecánica tradicional, en la que las circunstancias y los resultados se consideran en gran medida predecibles y controlables, que funcionan en cadenas de sucesos similares a los que explica cualquier escuela de negocios, los empresarios y directivos de una empresa autoajustable deben aprender a aprender constantemente y aceptar la incertidumbre y la complejidad de los negocios como la base en la que se sujeta todo. La garantía de que las empresas puedan 'surfear' olas gigantescas a pesar de no ser empresas muy grandes es eso, pero, curiosamente, las grandes compañías también deberán adaptarse a un mundo flexible y exigente como nunca antes.

-¿Y para los usuarios? ¿La dependencia tecnológica nos hace más vulnerables? ¿Perdemos capacidades?

-¿Y para los usuarios? ¿La dependencia tecnológica nos hace más vulnerables? ¿Perdemos capacidades?

-Nos hace vulnerables no entender el momento que vivimos. Hazte la pregunta ¿cuánto de computerizable eres? La clave está en comprender que esto no tiene vuelta atrás y que es parte de la propia evolución humana, de su mundo, de su esencia, de su transición tal vez a otro tipo de convivencia, relación, especie incluso. No trates de sustituir a ninguna máquina, no dependas de ella, no exijas saber de todo lo que se componen. Intenta sólo descubrir su bondad, su exigente relación con nosotros, de cómo nos hacen mejores. De cómo la tecnología es sólo el mecanismo, que nosotros somos el motivo. La tecnología es el cómo, nosotros somos el porqué. Esto no va de pensar que dependemos o no, va de asumir que hay nuevas herramientas. A cada invento, a cada desarrollo, tuvimos que adaptarnos. Si tienes que ir de Oviedo a Madrid no piensas en ir andando, piensas en coches o aviones. No sabes bien por qué funcionan, ni siquiera los identificas como un sustituto de tus piernas, pero los usas y nos superaron hace mucho. Con la tecnología digital pasa lo mismo. Nuestros hijos o nietos vivirán más de cien años y llegarán en un estado saludable a los ochenta, con ganas de hacer mil cosas que además podrán hacer. Su mundo estará rodeado de tecnología que facilitará todo. Permitirá vivir en otro estado de dependencia y de independencia. Un mundo dónde fronteras y banderas significarán algo más humano que patriótico y dónde seguramente seremos más 'fans' de un desarrollo robótico que de un equipo de fútbol. Nuestros hijos hoy ya no entienden que algo se retrase en llegar pero a la vez no contemplan el mundo como conectado siempre. Es curioso. ¿Recuerdas cómo cuando 'te conectabas' a Internet requería de unos minutos esperando que engancharas tu computadora a 'Internet' llamada Infovia en España por ejemplo? De hecho decimos 'conectados' por eso. Hoy en día técnicamente estamos conectados siempre. Pero los más jóvenes llaman a conectarse o desconectarse a un hecho distinto, a una manera de estar o no estar en contacto que es algo muy distinto. Ellos son hijos de la cultura del 'pause', de la no propiedad, de la economía colaborativa, de la vigilancia activa y del streaming social. En los próximos años vamos a empezar a ver un mayor reparto casi gratuito de tecnología a nuestras vidas y veremos también cómo se transforman en casi 'derechos fundamentales' algunos 'servicios'. La deriva de todo ello será la pérdida de propiedad y la ganancia de tiempo. La urgencia como la entendemos quedará postergada a la tecnología, al software, a lo robótico. Lo humano irá tomando un territorio donde estaremos 'out of time' y dónde lo importante será ser más libre de algunos aspectos que ahora relacionan 'urgencia' con 'competitividad'. Nadie podrá ser más rápido que un software o un robot. Lo que proporcionará un humano será eso, humanidad y no velocidad ni urgencia.

-Economía ¿A qué panorama nos conduce la automatización del trabajo? ¿Cómo funciona un mundo en que todo el trabajo lo asuman las máquinas?

-No te preguntes 'si un robot te va a quitar el empleo', piensa que quien podría quitarte el empleo será alguien que se lleve mejor que tú con un robot. Obviamente se van a destruir millones de empleos, muchos más de los que estamos preparados actualmente para gestionar, para suplantar. De hecho, nadie o muy pocos están gobernando bajo esta premisa y nos va a explotar en las narices si no hay una reacción rápida al respecto. Como decía antes, la 'deflación del capital' se tradujo en crisis financiera, de la economía real, de toda la economía en general. Eso no pasó, está, porque aún no hemos terminado de sustituir las piezas y ya estamos quitando otras. Hay muchos empleos por crear, por pensar, por idear pero la verdad es que depende más de qué entendemos por trabajo que en el trabajo en sí. En el futuro inmediato iremos al trabajo a aprender cosas, a incorporar conocimientos que tendremos que trasladar después a unas máquinas, a un software, a un automatismo, a un robot. Como nosotros no podremos hacer nunca mejor que un robot muchísimas cosas, lo que tendremos es que aprender cómo hacer que ese robot aún sea mejor.

-¿La incertidumbre laboral? Ya no habrá trabajos para toda la vida ¿Qué futuro le espera a un joven YouTuber dentro de 20 años?

-Te responderé con lo que le respondí hace unos días a una mujer que se me acercó tras una conferencia muy preocupada. Era una directiva del sector financiero me preguntó que debía estudiar su hijo de 12 años. La verdad es que no tengo ni idea qué recomendar. Hace apenas una década los matemáticos parecían sentenciados a ejercer poco más que de profesores de instituto y ahora son perfiles tremendamente demandados y bien pagados en cualquier empresa analítica. Le dije, no obstante, que lo interesante no sería la carrera o el oficio que estudiase, sino el desarrollo de algunas habilidades concretas que le permitieran que, independientemente de lo que fueran sus conocimientos teóricos y prácticos acerca de una materia, ésta la pudiera ejercer a partir de funciones insustituibles por un software o una máquina. Es lo que llamo 'la irreparable necesidad humana'. Algo así como que 'todo lo que no pueda ser automatizable tendrá un valor incalculable'. La mujer se quedó pensativa y me insistió. ¿Qué debería estudiar entonces? Para finiquitar el interrogatorio le dije algo que creo firmemente. ¡Que estudie filosofía! le respondí. A lo que ella me gritó ¿Filosofía? Si acabas de decir que la tecnología es la clave del futuro. Así es, como la clave del futuro es la tecnología y sus avances empiezan a ser complejos de adecuar a nuestra vida, al debate de lo que deben significar, estoy seguro que la visión ética y moral que un filósofo podrá aportar, serán demandados cada vez más en las empresas. ¿Quién sabe? La señora se quedó algo sorprendida y me hizo una última pregunta. Entonces, ¿qué libros le puedes recomendar a mi hijo? García Lorca o Dylan Thomas por ejemplo. Poesía. ¿Poesía? Estás bromeando, me dijo. Al youtuber le espera lo que a todos, reinventarse cada muy poco tiempo. Se acabó eso de ser lo mismo, en el mismo lugar y con las mismas coordenadas. Seas youtuber, influencer, físico nuclear o albañil, te toca estar atento a los cambios y en todo caso, lo que nos quedará siempre es el valor añadido que supone ser humano, y pensar que todo aquello que no sea sustituible o automatizado tendrá un valor incalculable, lo que nos da la pista de cómo lo deberemos hacer, no qué deberemos hacer. Creo sinceramente que a medida que la tecnología vaya 'deshumanizando' mucho de lo que ahora contemplamos como tradicionalmente analógico, vamos a precisar 'explicarles' a las máquinas quiénes somos, qué esperamos, cómo consumimos y cómo sentimos. ¿qué mejor que la poesía para comprendernos como humanos?

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