La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El cofrade pionero

José Alfredo Fernández, de 89 años, fue el primer hermano mayor de la Cofradía del Santo Entierro

José Alfredo Fernández Álvarez, en el interior de la iglesia de San Isidoro el Real. LUISMA MURIAS

José Alfredo Fernández Álvarez, de 89 años, pertenece por derecho propio a la historia de la Semana Santa de Oviedo, pero no solo por su edad, que le permitió asistir hasta a las procesiones de la posguerra, aunque entonces era un niño. Este cofrade fue el primer hermano mayor de la refundación de la ahora llamada Real y Trinitaria Archicofradía del Santo Entierro y Nuestra Señora de los Dolores en su Inmaculada Concepción, con sede canónica en la iglesia de San Isidoro, que fue refundada en el año 1995, aunque la primera procesión salió en la Semana Santa del año siguiente.

Ese día, asegura, nunca lo olvidará. Aún se le ilumina el rostro cuando lo recuerda. "Lo viví con mucha emoción y me marcó como cristiano y como cofrade, pero también con cierta preocupación por el número de personas que podían asistir a la procesión, ya que la tradición se había perdido en Oviedo".

Al final, todos los esfuerzos merecieron la pena. José Alfredo recordaba cómo se gestó el renacer de la Cofradía del Santo Entierro. "Los antiguos jóvenes de Acción Católica nos reuníamos una vez al año durante una misa por los fallecidos y después teníamos una comida de hermandad. Hablando con el párroco de entonces, Segundo Fuertes, nos animó a resucitar la Cofradía. Todos quisieron que yo fuera el hermano mayor".

Dicho y hecho. Se pusieron manos a la obra, pero se dieron cuenta de que prácticamente no tenían nada. "Después de tantos años sin haber salido en procesión, unas dos décadas, se habían perdido algunos hábitos, otros estaban en muy mal estado y fue necesario restaurarlos".

Prácticamente hubo que empezar de cero y además sin una peseta de las de entonces. Pero como la fe mueve montañas, lograron superar todas las adversidades y sacar su primera procesión a las calles de Oviedo.

"Fue muy sencilla, pero con mucha fe, y poco a poco fue creciendo y asentándose, para lo que contamos con una gran ayuda en los dos primeros años de la Hermandad del Nazareno". La ayuda que les llegó desde la iglesia de Santo Domingo fue importante, hasta el extremo de que el primer jefe de costaleros fue Alejo Barreiro, que era cofrade del Nazareno.

"Poco a poco fueron apareciendo nuevos cofrades, y tras cinco años de hermano mayor decidí que era hora de dejar la Cofradía en otras manos y me sustituyó Ricardo Loy".

José Alfredo Fernández recuerda perfectamente las procesiones de la Cofradía del Santo Entierro después de la Guerra Civil. "Eran las más grandes de Oviedo y asistían todos los seminaristas, que entonces eran muy numerosos, y llamaban mucho la atención a todos los ovetenses".

Sobre la evolución de la Semana Santa en Oviedo está muy satisfecho, no solo por el número de cofradías y hermandades, que son seis en la ciudad, sino porque no solo es procesionar en Semana Santa.

"El cofrade debe tener una vida interior como cristiano, que también se proyecta a los demás con obras de caridad. Además, el cofrade tiene que dar ejemplo con su vida, porque si solo viene a poner el hábito para salir a la procesión más vale que se quede en casa. Debajo del capuchón tiene que haber un cristiano que sienta lo que está celebrando".

José Alfredo Fernández, al hilo de lo anterior, señala que "lo más importante de la Semana Santa no es la procesión, sino los cultos que se celebran, ya que la procesión es un modo de hacer trascender a la gente la vivencia cristiana y recordar los pasajes de la pasión, muerte y resurrección de Jesús". Él es el último de los pioneros.

Compartir el artículo

stats