Se va uno de los clásicos. El restaurante Casa Lito, en la calle Altamirano, cerrará sus puertas el 31 de diciembre. Lo hará después de más de seis décadas dando de comer a ovetenses y visitantes. Su propietario, Óscar Julio Cuervo, no tiene otra opción. "El propietario del edificio lo quiere vender y nos ha pedido que nos vayamos al acabar el año", lamenta en una de las mesas de madera maciza que han visto pasar a buena parte de la ciudad. Además del restaurante, Cuervo y su esposa, María Teresa Suárez, tendrán que abandonar el piso en el que viven de alquiler en el mismo edificio.

El matrimonio negocia con los propietarios del edificio una pequeña prórroga, teniendo en cuenta que "el mes de diciembre es el mejor para el restaurante", dice Cuervo. Quieren que les deje trabajar durante todo el mes y una vez cerrada la campaña navideña poder desmontar el negocio, intentando vender el mobiliario y la maquinaria. Así, darán por cerrada una etapa que se ha prolongado durante décadas.

En los últimos años, reconoce Cuervo, el negocio ha decaído debido a la crisis económica. Desde los años 90, cuando la Facultad de Derecho abandonó el edificio histórico de la Universidad de Oviedo para trasladarse al Cristo, Casa Lito perdió la clientela de estudiantes. Con el paso del tiempo, muchos de los clásicos del local ya no están. "De esa foto, en la que aparecen siete, solo está vivo uno", ejemplifica el hostelero. El turismo tampoco ha salvado los números últimamente. "Es turismo diésel, que camina mucho y consume poco", afirma.

Con las ventas a la baja y el edificio próximo a salir a la venta, no queda otra que cerrar. Cuervo lo dice con pena. Han sido muchos años tras la barra y en la cocina de uno de los locales con más tradición en la gastronomía ovetense.

Todo comenzó con otro nombre. El local era una casa de comidas que se llamaba Las Delicias. En 1956 se hizo cargo de ella Manuel Suárez Fernández, "Lito", suegro de Óscar Julio Cuervo,

Lito falleció en 1978 y Cuervo tuvo que hacerse cargo del negocio. "Yo era representante de cerveza y viajaba por toda España, ganaba dinero y me encantaba conducir", recuerda. Tuvo que parar el motor y ponerse tras la barra. Ahí ha estado los últimos cuarenta años y ahí ha conocido a buena parte de la sociedad ovetense de las últimas décadas. Ahora se despide con la sensación de haber trabajado bien durante mucho tiempo, pero con la amargura de unos últimos años que no han sido tan buenos como a él le hubiese gustado.

Con el cierre de Casa Lito, Oviedo pierde uno de sus clásicos. No se podrá volver a comer su excelente cocido de garbanzos o su merluza con patatas, especialidades de la casa que han sentado a la mesa a centenares de comensales.