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Un barrio que sabe escuchar

Los trabajadores de un supermercado de Ciudad Naranco fomentan la integración de una alumna aprendiendo lengua de signos

Vídeo: Los trabajadores de un supermercado de Oviedo aprenden lengua de signos para comunicarse con una joven

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Vídeo: Los trabajadores de un supermercado de Oviedo aprenden lengua de signos para comunicarse con una joven Manuel NOVAL MORO

Alejandrina Ebane es una alumna de segundo de la ESO del Instituto Monte Naranco de Oviedo con discapacidad auditiva. Su caso no es raro. Hay alumnos en otros centros de Asturias que tienen esta discapacidad y que, como ella, requieren del centro instrumentos para su integración. Y la consiguen. La alumna cuenta con una mediadora en comunicación que, a través de la lengua de signos. le permite asistir a las clases, entender las lecciones e interactuar con sus compañeros.

Su caso, sin embargo, se ha distinguido por tener un alcance que va más allá del aula y del centro educativo. El instituto tiene abierto un programa titulado "Conoce tu entorno" que quiere tanto involucrar a los alumnos con todo lo que tienen a su alrededor como hacer a la sociedad más partícipe de la vida del centro. El instituto saca actividades del aula a la calle: visita las joyas arquitectónicas del Naranco, la biblioteca del barrio o el archivo histórico, y también interactúa con los comercios.

Ha sido en esta última iniciativa, organizada por el área de matemáticas, donde Ebane se ha visto apoyada fuera del centro. Los alumnos iban a visitar los comercios de la zona para estudiar operaciones matemáticas prácticas y Ruth González, responsable de pedagogía terapéutica del instituto, pensó en sumar a todo ello una iniciativa de inclusión.

Cliente habitual del Alimerka de Ciudad Naranco, conocía a varios de sus trabajadores y los invitó a que aprendieran algunos rudimentos de la lengua de signos para dirigirse a la alumna durante la visita que haría junto con sus compañeros.

Varios de ellos se prestaron, y aprendieron a dirigirse a la alumna de una forma muy sencilla: deletreando su nombre y mostrándole algunas palabras. Fue un gesto que la niña agradeció, y que el instituto valoró mucho. "La inclusión no solo debe ser educativa sino también social", señaló Ruth González. Esta experiencia es muy buena no solo para la alumna sino también para el resto de la gente, porque es importante, como explicaba la orientadora, "que la gente pierda el miedo a dirigirse a ella porque cree que no la va a entender". Además, se hace visible una discapacidad que los jóvenes han incorporado con normalidad pero que quizá los adultos ven con más distancia. La directora del centro, Alejandra González, señaló asimismo que este tipo de personas "son muy agradecidas cuando te diriges a ellas en lenguaje de signos". Así ha sido para Alejandrina, que ahora puede sentirse más del barrio que nunca.

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