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Visiones De Ciudad

La ciudad abierta, la ciudad dinámica

Un relato de emprendedores en el Oviedo de siempre

La ciudad abierta, la ciudad dinámica

En los años 60 y 70 en Oviedo aún se dejaban ver los zarpazos de aquella guerra cruel que dejó para siempre un país dividido y resentido. Recuerdo ver impactos de bala en aquellas placas esmaltadas que indicaban el nombre de las calles, y también en algunas fachadas. Todavía hoy lo podemos ver en edificios como el BBVA de Mendizábal, la fachada del RIDEA, el edificio histórico de la Universidad o el de Cáritas en Gonzalez del Valle. Seguro que a muchos lectores se les ocurren un montón de detalles más de la huella infame de esa guerra.

Mi hermana Kike y yo íbamos al colegio de las Teresianas en la calle González Besada y atravesábamos la calle Santa Susana de la mano de nuestro padre. Recuerdo aquella calle sombría, triste e interminable. Mirar al Campo San Francisco nos distraía, buscando con la mirada a los pavos reales. A la salida del colegio, ya solas, solíamos atajar por el "campo de maniobras" -hoy Llamaquique- a pesar de tenerlo prohibido, porque estaba sin asfaltar y lleno de restos de edificaciones. Cuando llegábamos a casa, el barro en los zapatos nos delataba, y la bronca no se hacía esperar, sobre todo, porque también entre esas ruinas se escondía la pandilla del "Puma" que asustaba a los chicos del Auseva (mi hermano Toño entre ellos), y de los Institutos femenino y masculino.

Mis padres y mis cuatro hermanos habíamos emprendido la aventura de "vuelta a casa" desde México, pero la aventura comienza muchos años antes. Mi abuelo materno había emigrado a México en busca de mejores oportunidades. Tras desembarcar en Veracruz empieza a trabajar en lo que puede. Sus 14 años y la necesidad, eran su único capital. Pero sabía que volvería, había hecho una promesa y tenía que cumplirla? ¿Qué promesa era aquella que le daba tanta fuerza y seguridad?

Cuando mi abuelo sale de Porrúa para coger el barco en Santander, a la altura de la bolera y de la iglesia, ve pasar un cortejo familiar con una niña que llevan a bautizar; es la cría del "inglés", y piensa: "Volveré y me casaré con ella". Posiblemente necesitaba un motivo que le diera fuerzas para emprender, aún adolescente, aquella aventura. Y así fue. Al cabo de 18 años volvió y se casó con Enriqueta, la cría del "inglés", de Llacín.

Nieta e hija de indianos, mis hermanos y yo teníamos grabado ese afán de aventura, de riesgo y de buscarse la vida, de saber que las cosas, mejor o peor, tarde o temprano, si trabajas, si eres resistente a la frustración, a las dificultades y a lo que se vaya presentando en la vida, salen. Incluso entiendes por qué no salen como tú te habías imaginado, pero salen. También aprendí de mi madre aquello de "2+2+Dios" y aún me acuerdo de la coletilla que me decía al respecto: "Charo, no te olvides nunca del último sumando". Por cierto. Mi madre recordaba con orgullo que en aquellos años sólo dos mujeres conducían en Oviedo. Ella que había aprendido en México y otra era indiana de Cuba. Cuando alguna vez nos llevaba al colegio, era un espectáculo, con las monjas y las internas asomadas a las ventanas para ver a aquella indiana que conducía su propio coche y que además tocaba el claxon para avisarnos que ya estaba esperándonos. Como buena americana, carecía de prejuicios. A nosotras nos divertía esa situación, aunque también nos daba un poco de vergüenza.

Pasados los años y cuando tuvimos que decidir, nuestras compañeras se planteaban "cosas serias": preparar una oposición, estudiar derecho, medicina etc. Pero esta madre nuestra nos preguntaba: "¿Ya han pensado qué negocio quieren poner?". Y, claro, estudiamos, pero seríamos empresarias. Mi hermana Kike creó el cátering Malena y yo puse en marcha una academia, germen de lo que hoy es la Escuela Europea, en la que también participó Kike.

Cuando mi familia se instala en la calle Marqués de Teverga, nos encontramos un Oviedo muy "Oviedín". Chocaba con ese espíritu abierto y emprendedor en el que habíamos sido educados, pero nos fuimos adaptando y nos hicimos ovetenses (después de llanisco-porruanos), aunque nunca del "Oviedín del alma". Yo creo en una ciudad viva, abierta, dinámica, permeable y emprendedora, tanto en el ámbito de los negocios y empresas como en el social, cultural y tecnológico.

Estas navidades vivimos algo así. La ciudad se transformó y los ovetenses pudimos disfrutar paseando, comprando los reyes o participando en actividades de ocio para todas las edades. ¿Les es tan difícil a los políticos hacer la vida grata a sus ciudadanos? ¿Mantener todo el año ese estilo de ciudad dinámica en el que toda la diversidad de ciudadanos pueda encontrarse a gusto? Artistas, belenístas, familias, jóvenes y mayores, sean del partido o ideología que sea, una ciudad inclusiva en la diversidad de ideas o posturas ante la vida.

Bueno, yo soy "libra" y dicen que siempre estamos buscando el equilibrio y la concordia, pero prefiero soñar. De hecho participo cada mes en unas comidas con un grupo que se llama Equilibra que busca la corresponsabilidad de hombres y mujeres en todas los ámbitos de la vida. Al final de la comida, un invitado nos transmite su experiencia o conocimiento en temas muy diversos. Es un grupo abierto, un espacio libre de ideologías, donde lo que nos mueve es solo el deseo de aprender y sociabilizar.

Como empresaria sueño con un Oviedo atractivo para abrir negocios y montar empresas, donde la "marca Oviedo" vaya más allá del futbol y del cachopo. De hecho, hago todo lo posible para que mis alumnos se beneficien del Talud de la Ería, un espacio multidisciplinar, diferente y original. Un dato curioso, Melendi, estudió en Escuela Europea, un chaval que buscaba su lugar en el mundo, inquieto y muy noble. Nos alegramos mucho de su éxito.

Además, mi recorrido empresarial ha estado comprometido con el asociacionismo empresarial de mujeres. También sueño con un tejido empresarial femenino fuerte y dinámico. Conozco muchas que han apostado por su propia empresa en sectores muy variados y con un alto nivel de competitividad.

Creo en un feminismo transformador desde el dialogo y el esfuerzo, tenaz y contundente, por conseguir la verdadera igualdad pero alejado de ideologías extremas que transmiten agresividad, división y enfrentamiento.

Oviedo es mi ciudad, valoro y amo su historia, su calidad y su cercanía con la naturaleza, sus gentes que mantienen ese punto provinciano con sano orgullo y a la vez son inquietos, alegres y emprendedores, sobre todo cuando atraviesan el Negrón. Lamento tanta irremediable emigración del talento y valoro al que se queda y apuesta por lo local con visión universal.

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