El público ovetense recibió ayer con entusiasmo el concierto de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) "Contrastes I", en el auditorio Príncipe Felipe por una razón muy especial: frente a la orquesta estaba el ovetense Pablo González. Había más público de lo habitual, y quedó demostrado que la gente quiere mucho al director. Se apreció perfectamente al terminar el recital, durante los saludos, no solo por la ovación entregada del público sino también por el vínculo y el agradecimiento que mostraban hacia él los propios músicos de la orquesta.

Desde el primer momento, cuando salió a dirigir la obertura del "Carnaval romano" de Berlioz, Pablo González se mostró muy enérgico, una energía que se notó en cómo respondió la orquesta. Se pudo apreciar en esta obra una sonoridad muy noble, muy cantable, con unos temas muy cuidados. El público agradeció esta pieza, y aplaudió mucho a los solistas de la orquesta.

El clarinetista canario afincado en Inglaterra Maximiliano Martín fue el solista del concierto para clarinete de Karl Nielsen, que interpretó con su particular forma, con una gestualidad personal. El concierto es muy virtuosístico, con pasajes complicados, de los que logró extraer muchos colores, y generar atmósferas muy diferentes unas de otras. La OSPA lo envolvió con su sonoridad, y funcionó muy bien en la labor de conjunto entre el clarinetista y el acompañamiento de la orquesta.

Cuando terminó, el público aplaudió mucho, y a la hora de presentar la propina, "From Galloway", de James Mc Millan, el clarinetista se dirigió al público para comunicarle que estaba expectante con lo que puede pasar con el Brexit, y la incertidumbre con la que vive, cuando su intención era "fomentar lo autóctono dentro de un mundo global".

En la segunda parte, la orquesta ofreció la conocida obra "Cuadros de una exposición" de Mussorgsky, con una masa orquestal muchísimo más grande que en la primera parte.

La orquesta estuvo muy bien, con una sonoridad majestuosa, sobre todo en el primer movimiento, "Promenade", que empieza con el conocido solo de trompeta.

La interpretación estuvo muy llena de detalles y fue muy personal y sugerente. Es una obra de por sí muy evocadora, y en este caso la interpretación de la música ayudó mucho a construir esa evocación.

Y aunque se notó que había un trabajo detrás, Pablo González dejó libertad a la orquesta para interpretar los temas.

El segundo movimiento aportó un punto melancólico y en el final, "La gran puerta de Kiev", la orquesta retomó esa sonoridad monumental para cerrar la obra muy arriba, de forma muy grandiosa, con una sección de viento metal que le dio un color muy brillante. La obra creció hasta llegar a un clímax muy enérgico que desató una sonora ovación.