"La pastoral penitenciara era para él una pasión, incluso la ponía hasta por delante de su casa". Así recuerda Pedro Salinas la figura de su padre, José Salinas, quien el pasado sábado se fue sin hacer mucho ruido después de una larga enfermedad a los 72 años de edad. "Pepe", como todos lo conocían, complementaba a la perfección su labor solidaria con presos asturianos con una intensa dedicación tanto a la parroquia de San Juan El Real como a la Cofradía de Jesús Cautivo, la cual le hizo ganarse el cariño y el aprecio de ambas comunidades.

Nacido en Cartagena (Murcia), fue marino mercante y vivía en Oviedo desde que hace 44 años contrajo matrimonio con su mujer, Carmen Vázquez, una lenense con la que tuvo dos hijos, Pedro y David, y con la que compartió su intenso trabajo en favor de los demás. Ni siquiera un trasplante de corazón hace siete años le apartó de sus trabajos comunitarios. Es más, en 2016 dio el paso de asumir el cargo de hermano mayor de la cofradía ante la falta de candidaturas para sustituir a su amigo José María Varas, tras 16 años. "Me quedo con su trato afable, su simpatía y su cercanía", comenta un Varas emocionado sobre el que fuera compañero de fatigas y sucesor al frente del colectivo religioso.

Su implicación con la cofradía le venía desde los inicios, allá por el año 2000. "Fue una persona clave en la recuperación de la Semana Santa", destaca Javier Suárez, párroco de San Juan, con quien Salinas entabló amistad hace casi tres décadas. "Puso en marcha muchas campañas solidarias en favor de los presos y personas necesitadas y también gestionaba las páginas web de la parroquia y la cofradía, entre otros muchos cometidos", indica como ejemplo de su incansable trabajo.

Afán de superación

Suárez reconoce especialmente el afán de superación de Salinas para organizar actos incluso en momentos de salud muy delicados. "Estaba muy cansado y, aun así, seguía la procesión durante todo el recorrido los últimos años", añade, haciendo un inciso para recordar "un momento inolvidable" con su colaborador incondicional. "En la celebración de Cristo Rey, el pasado noviembre, me emocioné cuando el Cristo hizo una parada en su recorrido para saludarle cuando ya estaba en silla de ruedas", confiesa el sacerdote.

Todos sus conocidos valoran en especial sus grandes iniciativas. Instauró el viacrucis en la parroquia, intensificó los actos solidarios con los presos y fue clave para la recuperación de buena parte de la programación de la Semana Santa ovetense. Estos méritos fueron tenidos en cuenta para que ocupase temporalmente la presidencia de la Junta de Hermandades. "Recuerdo perfectamente la ilusión que mostraba cuando se empezó a mover la Semana Santa en Oviedo", rememora con cierta nostalgia su hijo.

"Un gran mazazo". Así define el actual hermano mayor de la cofradía, Francisco Alperi, la pérdida de su antecesor. "Durante años estuve y aprendí mucho con él", apunta un Alperi que tras ser nombrado hermano mayor en octubre estuvo con él para pedirle consejo y saber cómo se encontraba.

Edición de publicaciones parroquiales, captación de donativos y organización de repartos de bollos son solo algunos de los cometidos para los cuales Pepe Salinas no tenía impedimento en arremangarse. "Estaba involucrado hasta las trancas en todo lo que fuera ayudar a los demás", coinciden varios de los "hermanos" con los que tuvo una relación muy estrecha.

No obstante, quizás donde más echan de menos a Pepe Salinas es en prisión por su labor de apoyo social a los reclusos. "Incluso asistía a los presos que salían de fin de semana en una casa de la asociación que tenía donde estaba la parroquia de la Merced", afirma Javier Suárez acerca de una persona "difícil de sustituir" para la Semana Santa de la capital asturiana después de varias décadas de total implicación.