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Unos Premios asintomáticos

Oviedo y sus negocios echan en falta el ritmo frenético de la ceremonia con los Reyes y la ciudad pasa el día con nostalgia

Una terraza casi vacía en la calle González del Valle, próxima al Reconquista, durante la ceremonia de los Premios. Julián Rus

Frente al Reconquista -reconvertido por un día en teatro Campoamor en miniatura-, a la cafetería Orly le podrían dar un premio a la nueva normalidad. La terraza está llena de gente que disfruta bajo el sol de una caña, de un pincho. Las mesas del interior, por el contrario, están a medio gas. Y la conversación no gira sobre lo que ocurre (o no ocurre) al otro lado de la calle. Un cliente habitual pone en duda, de manera jocosa, la legalidad de pegar las mesas a la barra donde, hasta la entrada en vigor de la nueva fase 2, apoyaba diariamente el codo. Son los premios "Princesa de Asturias", pero la diferencia con el día a día es lo de las mesas y la barra. Bebe café sentado y apenas hay jaleo.

Frente a ediciones anteriores, los camareros aprecian una "caída importante" de la clientela en el ambiente. La razón última es la misma, el virus. Pero los hosteleros achacan más la bajada al miedo que a los primeros premios asintomáticos. Otros años la cafetería no daba abasto. Gaiteros, periodistas, turistas y curiosos atestaban el local. Hoy, solo un cámara de televisión recuerda a lo que solía haber por estas fechas en el bar de la calle Gil de Jaz. El periodista hacía una pausa en su guardia frente al hotel para disfrutar de un café mientras ojeaba los titulares de LA NUEVA ESPAÑA. Pero, como contaba un hostelero ayer, "los titulares son otros". Tienen más que ver con la enfermedad que lo sobrevuela todo que con la señalada cita de la ciudad. El coronavirus se olvida momentáneamente por el fervor de los Premios cuando la Familia Real entra en el hotel. Ahí no hay distancia que valga. Pero es breve. Oviedo recupera su vieja o nueva normalidad rápidamente. Con la salvedad de que, como todos los años, hay mucha policía. Con la novedad de que hay poca diversión. Y, siendo el día de los Premios, muchos coinciden en que es un día "triste".

Faltan invitados, familiares, vidilla, actos. Oviedo los echa de menos. El movimiento frenético de otros años, con un incesante vaivén de coches, medios nacionales y multitudes agolpadas contras las vallas azules -salvo por los instantes de furor monárquico-, se ha visto reducido. Con unos premios atípicos, las cámaras de televisión enfocan el continente sin contenido. Una cámara solitaria grababa por la mañana un Campoamor más solitario. Los vecinos, camino del trabajo, simplemente sorteaban el cable con un paso más largo. Sin inmutarse. Y lo que queda bajo esa cotidianidad es Oviedo. Y los telediarios, con menos Premios que contar, contaron más de Asturias.

Pero Asturias quiere Premios. Y como los de antes. Tras el mostrador de la floristería El Invernadero extrañan el silbido constante de las gaitas. Y los encargos. Sobre todo, la cantidad inhumana de trabajo que tenían habitualmente durante la semana de Premios. "Ha bajado mucho", reconoce Belén Berjano, "normalmente venían los premiados, el jurado, los patronos... y todos con su familia". Y esa gente iba a cenas, agradecía gestos, y para hacerlo compraba flores.

Toda esa gente también dormía en la ciudad. Llenaba las habitaciones del hotel ahora convertido en teatro y los establecimientos cercanos. Entre ellos, el Barceló de Cervantes. Normalmente, cuentan desde la dirección del hotel, solo alojaban "a miembros de la Fundación y familiares de premiados". La ocupación, siempre al cien por cien, gravitaba sobre los Premios. Este año, pese a estar prácticamente completos, solo "dos o tres habitaciones" tienen que ver con el esperado evento.

Y esa gente se peinaba en las peluquerías del centro. Invitados, autoridades y premiados. Pero este año. dicen en Ramiro y en Llongueras, "hubo poco movimiento". Ana Álvarez, de la cadena de peluquerías, repasa en su Instagram todos los famosos que han pasado por allí: la exministra Ana Pastor, Lindsey Vonn, Aitana Sánchez-Gijón o Revilla. "Revilla es visita obligada", sentencia la peluquera. Ramiro Fernández, de la peluquería homónima, aboga, en cambio, por una "marca de la casa": la discreción. Solo se atreve a decir que este año han pasado por su tijera y su peine "tres personajes de primerísimo nivel". Otros años, las manos del psicoesteta peinaban a un número "mucho mayor".

Fuera de Gil de Jaz, allí donde no se ve el reducido enjambre de periodistas y curiosos, donde no se ve la torre de televisión, la normalidad es absoluta. Hasta el punto de que Pablo Casado, presidente del PP, paseaba inadvertido por Oviedo. El ovetense medio no tenía las orejas levantadas con ese ímpetu de la semana de los Premios por ver rostros conocidos. Justo cuando el político llegaba al restaurante Bocamar, en la acera opuesta, un vecino exclamaba: "Meca, si hoy son los Premios".

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