“Tengo dos perros y dos gatos. Todos recogidos o adoptados. Soy inglés, pero vivo en Meres, Siero, desde que me jubilé hace seis años y soy muy feliz allí con mis animales. Por eso, al saber de la necesidad de la perrera, vine en cuanto pude. Puse el GPS y encontré el sitio en La Bolgachina”. John Presland es una de las decenas de personas que se acercan al Albergue Municipal de Animales desde hace un par de días para donar mantas o alfombras viejas. Los responsables de las instalaciones anunciaron a principios de esta semana que perros y gatos pasaban frío por la bajada de temperaturas.
“Ojalá lloviera albóndigas... comenzó el frío y nada nos gustaría más que poder proporcionar a cada animal el calor de un hogar. Os pedimos si podéis ayudar a buscarles una casa, pero, hasta que llegue ese momento, que tengan un poco de calor y dignidad con mantas, alfombras y cualquier cosa que aísle del frío y de la humedad. Os pedimos mantas viejas, ropa de cama, toallas, cojines, alfombras... esa ropa que seguro vais a tirar ¡No lo hagáis! Venid hasta aquí”. Ese es el mensaje que la coordinadora del albergue, Eva Rodríguez ha difundido en las redes sociales y entre sus conocidos. Para facilitar las donaciones, los voluntarios y empleados de la perrera municipal, en La Bolgachina, han habilitado un espacio en la entrada del recinto señalado con un cartel. La campaña funciona. Al menos, desde hace un par de días.
“Viene bastante gente a dejarnos colchas, mantas o alfombras. Es estupendo, pero nos gustaría que la sociedad entendiese que ese material es necesario todo el año. En invierno especialmente por el frío, pero el resto del tiempo por higiene y por la salud de los animales, que sólo con el olor de las mantas que les llegan están contentos”, explica Rodríguez, que calcula que allí cambian a diario una media de 100 mantas en el albergue, donde actualmente hay 150 animales entre perros y gatos.
Los animales esperan con ansia el cambio de las mantas. Algo así al cambio de sábanas en un hotel. Cuando un trabajador del albergue abre sus jaulas y deja en la entrada la carretilla en la que carga el material, los perros mueven la cola alegremente y salen dóciles del recinto. Andrés Cueto, uno de los cuidadores, cree que es uno de sus momentos preferidos del día: “No sólo es por higiene. Para un perro que se ha criado aquí o que lleva mucho tiempo, el olor de una casa que no conoce es un estímulo”.
