Fernando Menéndez (Oviedo, 1966), escritor y columnista de LA NUEVA ESPAÑA, presentó ayer en la Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala su nuevo poemario, “Las formas del mundo”, un libro de poemas en prosa que fue adquiriendo consistencia lentamente. Tras varios retrasos y con una pandemia de por medio, “Las formas del mundo” acaba de ver la luz de la editorial madrileña Varasek.
–¿De dónde surge “Las formas del mundo”?
–Este es un libro de poemas en prosa, un poco como un “spin off” de otro poemario que edité en 2001 y titulado del mismo modo. Años después, me vi envuelto en la música y la textura de aquellos gestos primeros y empecé a escribir poemas en aquella misma línea. Estuve trabajando en el libro hasta 2014. Soy lento corrigiendo y no se encuentra acomodo en una editorial así como así. El libro se retrasó una primera vez, luego volvió a hacerlo hasta la primavera de 2020, y entonces todos sabemos lo que pasó.
–Un libro al que ha dedicado mucho tiempo...
–Los primeros poemas del libro son los originales, y luego fueron añadiéndose los restantes. Son poemas que tratan de recoger la temperatura y el tono de los días que pasan y lo que sucede en el entorno, llevando el lenguaje en el centro de la escritura poética. Para mí, el lenguaje siempre ha estado en el centro de la literatura, por encima del tema. Este libro se fue desarrollando de una manera muy lenta y después de corregirlo, ya en frío, empecé a buscar editorial.
–Habla de tono, de textura. ¿Hay música en sus poemas, a pesar de la prosa?
–Son poemas en prosa, sí, pero para mí, la música es muy importante. Antonio Gamoneda dice que la forma de la poesía es musical. Cada poeta y cada libro tratan de encontrar su ritmo adecuado, a veces con frases más afiladas, a veces con una puntuación coral. Eso se aprecia en “Las formas del mundo”, que podría dar para un libro más amplio. Se abre con una cita de Doisneau: “Escribir es destruir, sugerir es crear”, una cita que encajaba muy bien con el libro, y me gustó que fuera un fotógrafo y no un escritor quien la hubiera dicho.
–Sus poemas son lenguaje y música, ¿y el tema?
–Como dice Eduardo Milán, el tema del poema es el poema mismo, las vicisitudes y avatares del propio poeta. El poema refleja tu manera de relacionarte con el mundo, en él está lo que te pone de buen humor, lo que te pone de mal humor, es un termómetro de su autor.
–¿También de su entorno?
–Yo eso lo veo como una continuidad, ambos ámbitos, el personal y el entorno, aparecen mezclados en la poesía. Es a través de ti, del autor, cómo se canaliza todo: unos poemas son más hacia dentro, otros son poesía urbana... Yo no me situaría en ninguno de los dos lados, voy recogiendo de uno y de otro y trato de traducirlo todo al lenguaje poético.
–Hay un resurgir de la poesía y las redes sociales han contribuido a ello.
–Ha ayudado, sí. El tipo de poesía que circula por ellas es muy “mainstream”, con las redes ha llegado a la poesía el equivalente a los “best sellers” en la narrativa. Es una poesía muy motivada por la emoción y con un trabajo con el lenguaje más bien escaso. Han ayudado las “slam” poéticas y las lecturas publicas, que es lo que le llama más la atención a la gente joven. A mí me parece bien que convivan una poesía entendida como espectáculo con otra más tradicional.
–¿Es fácil darse a conocer siendo un poeta en provincias?
–Hay que darse a conocer para que el libro coja cierto vuelo y pueda tener lectores. Para mí el éxito es que me publiquen el libro dignamente y que lo traten con respeto, y si es con cariño, mejor.
–¿Hay un buen sustrato poético en Asturias?
–Asturias siempre fue una región rica en poetas, y eso es algo que no se ha perdido, a los más veteranos se les han incorporado otros más jóvenes, como Teresa Soto, Ruth Llana, Azahara Alonso y Diego Llorente.
