El argentino Adrián Conde perdió a sus padres cuando tenía 12 años. Se crió con sus hermanos y eso le ha acompañado toda la vida. Es clown (payaso), mago, mimo, y actor. Toda la vida, los últimos 20 años en Asturias, ha hecho espectáculos “en los que la premisa más importante era la risa”. Ahora ha cambiado el registro. “Quería contar una historia con la que todo el mundo se sienta identificado” y de ahí nació “Recuerdos”, el montaje que se podrá ver este sábado en el teatro Filarmónica (18.00 horas, entradas 6 y 8 euros).

Adrián utiliza en este caso su segundo nombre, Marcelino, para, partiendo de esa historia personal del fallecimiento de sus padres, “analizar cómo las personas gestionan sus recuerdos”. Marcelino, el protagonista de la obra, colecciona recuerdos y los va mostrando a lo largo de los 50 minutos que dura el espectáculo. “Hay quien vive anclado en el pasado y quien quiere hacer un viaje en el tiempo para solucionar ese pasado”, explica el actor. Tiene claro que cada uno gestiona emocionalmente sus recuerdos de una manera distinta.

Siempre ha trabajado con niños y al escribir “Recuerdos” junto a Pep Vila se encontró con que “era un problema hablar a los niños de la perdida de los seres queridos”. Por eso se inventó a Marcelino, que va contando “un cuento fantástico”, lo que le permite también lograr algo que tenía claro desde el principio “no hacer un dramón”. Eso le supuso un intenso trabajo con el personaje “para conseguir que la historia sea dinámica, divertida y emotiva” para los niños pero también los adultos.

Se planteó “Recuerdos” con varios niveles de lectura, el de los niños que asisten a la narración del cuento de Marcelino, y el de los adultos. Ahí la cosa ya se convierte en algo muy personal “porque cada uno tiene su mochila emocional”.

Adrián Conde lleva 20 años afincado en Asturias haciendo reír al público, ahora, con “un registro completamente distinto al que he trabajado toda mi vida”, sigue buscando hacer reír a los niños que acudan al espectáculo, pero también emocionar a los adultos, “con esa emoción que te deja una sonrisa en la cara al salir del teatro”.