La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Análisis

Nacho Cuesta, la incierta odisea política

El futuro del líder asturiano de Ciudadanos, dentro y fuera de su partido

Nacho Cuesta y Canteli, durante una visita a la torre de la Catedral. Chus Neira

La guerra para la que se apuntó Nacho Cuesta cuando los de Ciudadanos fueron a buscarlo a la presidencia del Colegio de Abogados de Asturias todavía no acabó, pero todos le miran como si estuviera ya en el barco de regreso, tratando de dilucidar dónde tiene pensado desembarcar, si se lanzará por la borda, si la tempestad le llevará a una isla desierta o si su perro le reconocería al llegar a casa. Él insiste, como un mantra machacón grabado en un mensaje del contestador, que no estamos ni a la mitad del mandato, que nada hay, nada se espera, más que la misma colaboración entre socios propia de un gobierno de dos, que Ciudadanos seguirá, en Oviedo y también en Asturias, cada día más cohesionado. A fuerza de repetirlo, parece que Nacho Cuesta trata de conjurar, si no negar, la crisis de un partido al que llegó como fichaje independiente para ocupar la cabeza de la lista electoral y del que en un tiempo récord pasó a ser coordinador regional y miembro de la ejecutiva nacional.

Su discurso de régimen interno también se extiende a la situación nacional. Hay tiempo para que Arrimadas se rearme, se sigue gobernando en Andalucía y Castilla y León, compartiendo la dirección de 400 ayuntamientos en toda España y con regiduría en ciudades como Granada o Palencia. No pasa nada. Nacho Cuesta insiste en todos esos detalles y su fe naranja parece inquebrantable. Pero los batacazos electorales en Cataluña y Madrid y las deserciones en serie, con mención especial para Fran Hervías –el hombre que bendijo el fichaje de Cuesta y ahora, desde el PP, se le atribuye el diseño del plan de fugas de Ciudadanos–, obligan a pensar lo contrario. La guerra se ha acabado y Nacho Cuesta ya está en el viaje de vuelta, por mucho que se niegue a creerlo o admitirlo. Las dudas son cuánto durará esa odisea y a dónde le llevará.

La hipótesis más extendida es que Nacho Cuesta acabará en el Partido Popular. Son sus socios en el Ayuntamiento de Oviedo y sus posiciones políticas en lo que va de mandato solo han hecho que reforzar un perfil liberal conservador bastante alejado de ese pretendido pasado socialdemócrata, cuando militaba –casi engañado, podría decirse– en la Agrupación Municipal Socialista de Oviedo. Pero no por ser el movimiento natural su eventual desembarco en el PP deja de provocar sospechas y recelos entre los suyos y entre los de Alfredo Canteli. El guión que Nacho Cuesta se obstina en defender dice que Ciudadanos seguirá gobernando en coalición con el PP hasta el final del mandato, y que los terremotos políticos de otros territorios no afectan a la capital del Principado. Es lo mismo que dice, por su parte, el Alcalde. Así que los temores tienen más que ver con una posible interrupción de esa estrategia, con un saltar del barco en marcha y acabar en el PP de un día para otro. La posibilidad de que Cuesta se haga “un Sopeña”, en alusión al salto del concejal de CDS en el mandato de 1991, cuando pasó de socio de Gabino de Lorenzo a concejal en sus filas, es improbable. Ni los números son los mismos que entonces (y una fuga parcial de concejales narajanjas no aportarían ninguna mayoría a Canteli) ni nada desaconseja seguir como hasta ahora. Otra cosa es la sombra de duda que arrojan estas conjeturas en el entorno de Ciudadanos. ¿Está Nacho Cuesta preparándose ya el terreno para cambiar de partido? ¿Trabaja más para el PP que para su propio grupo?

De un tiempo que comienza con el batacazo electoral catalán de Ciudadanos a esta parte, las apariciones públicas de Canteli-Cuesta se han convertido en un clásico instantáneo. Subiendo a la torre de la Catedral, inspeccionando depósitos de agua o inaugurando unas obras, salen más en pareja que antes, y hay quien ha querido ver en esa tendencia un mensaje del Alcalde para designar sucesor. Cuesta diría que su presencia en esas fotos es de suyo inexcusable, ya que asume competencias de gobierno ciertas y de peso (Urbanismo e Infraestructuras). Otra explicación más sencilla tiene que ver con el regreso del jefe de prensa municipal a su puesto y la activación de una estrategia para reforzar la marca tandem del equipo de gobierno, reduciéndola a sus líderes para evitar, así, celos entre formaciones políticas y celinos internos entre ediles.

De cara al 2023 todo es posible, más con un panorama político tan cambiante, pero las posibilidades de Cuesta para encaramarse a las listas del PP en las municipales es algo que depende de Canteli. Difícil que logre un número dos, lo que supondría tanto como concederle el título de delfín. Es verdad que están trabajando a conciencia la imagen paterno-filial política y que hay confianza entre los dos, pero también que los políticos populares que llevan años chupando goma no permitirían ver –dirían– cómo un chisgarabís les roba la silla por un capricho del jefe.

Queda la opción, sin salir del PP, de que a Cuesta no le interese ni ser concejal ni alcalde, que le canse la política municipal y que busque plaza en Madrid, ciudad con la que le atan más lazos que los de pertenecer a la ejecutiva de Ciudadanos. Uno se puede imaginar perfectamente a Nacho Cuestas diputado. Quizá sea el traje que le viene mejor cortado. Pero, de nuevo, se hace difícil pensar por qué los populares podrían regalarle el premio gordo en sus listas. Aquí ya no decidiría Canteli. Cuesta tendría que buscar agarraderas en otros lugares a no ser que las vicisitudes de su partido acabaran en listas integradas.

La odisea de Cuesta todavía puede dar más vueltas y acabar, por raro que parezca, lejos del PP. De momento, crece el ejército de susurradores que le canta raras estrategias de política ficción. Esas sirenas que le piden que salte por la borda son las mismas que en plena negociación de la investidura le presionaban para que pactara con el PSOE. Parece muy complicado pensar hoy en un Nacho Cuesta candidato del PSOE, pero quizá no tanto en un candidato que, bajo otras siglas, pueda llegar a acuerdos con el centro-izquierda.

Los que le conocen bien dicen que nada le espanta más a Nacho Cuesta que dar la nota, tener que verse en el centro de la pista del circo. Y si se trata de mantener las formas, raro parece que pueda protagonizar una espantada antes de tiempo. El barco puede estar hundiéndose, pero Cuesta pretenderá que todavía queda mucho viaje por delante. A ver en qué acaba.

Compartir el artículo

stats