Alejandro Valverde, ovetense, soldador, ligó durante el confinamiento su profesión y su pasión como nunca había imaginado. Es jugador de disc golf, la disciplina que encesta discos voladores en una especie de canasta  (hoyo) situado a diferentes distancias. Y cuando todo se paró, en marzo del año pasado, quedó sin posibilidad de entrenamientos. No tardó en fabricarse su propio hoyo. “Me tuve que hacer uno en casa”. Ayer, al fin, Alejandro y otras cuatro decenas de jugadores volvieron a disfrutar de su deporte al aire libre. Fue en el parque Pura Tomás, donde se celebra –finaliza hoy– la primera prueba de la Copa España, un circuito con cinco paradas, que se estrena en la capital asturiana.

Merlín Sales-Tomas, jugador catalán, realizando un tiro. Miki López

“Decidimos ser cautos y esperar”, comentaban ayer Fernando López y Javier Fernández, directivos del Disc Golf Club Oviedo, mientras la competición se celebraba con normalidad, como si nada hubiera pasado durante todos estos meses. “Esto engancha”, cuentan los dos directivos, que además son pioneros de esta actividad en España.

El disc golf llena el Pura Tomás

“La Copa tiene cada vez más sentido”, explica Javier Fernández. Y es que, aunque el primer campo de disc golf que hubo en el territorio nacional es el de Oviedo, cada vez más ciudades se unen a un deporte que, consideran los directivos, nada tiene que envidiar al fútbol o al baloncesto. Cataluña, Santiago, Madrid y Navarra son las otras paradas de la Copa de España para los amantes de los discos voladores. De momento, Oviedo es origen por partida doble: del disc golf en nuestro país y de la Copa de España.

En el campo, el catalán Joan Mayà expone cómo cree que puede continuar el crecimiento del disc golf. “Falta enseñarlo de raíz, llevarlo a los institutos. Hay que crear cantera para que tome relevancia”. Otros piensan que las energías deben centrarse en captar a los padres para atraer a los niños. Es el caso de Alejandro Valverde: “Hay que picar a los mayores para que vengan los pequeños”.

Cada jugador tiene su historia, ninguno se inició en el mundo del lanzamiento de discos de la misma forma. Joan Mayà y Merlín Sales-Tomas ya venían con parte del camino hecho cuando decidieron explorar el disc gol, pues eran jugadores de ultimate, una especie de fútbol americano con discos; otros como Iván Gutiérrez se dieron de bruces con este deporte de forma bastante casual: “Corría por el Parque de Invierno y vi a unos cuantos chicos encestando discos en unas canastas extrañas, me salió el subconsciente de niño y decidí unirme sin pensarlo”. Orígenes distintos, pero mismas ganas e ilusión.

El factor familiar también juega un papel protagonista en el disc golf. De hecho, Karina Velázquez y Alejandro Valverde se iniciaron en este deporte junto a sus tres hijos gracias al primer torneo escolar de disc golf que organizó el Club de Oviedo. “Nos acercamos sin muchas pretensiones y nos enganchó a todos”. Fernando López, directivo, bromeaba incluso con que hay familias políticas compitiendo: “¡Nunca unos consuegros habían pasado tanto tiempo juntos!”.

Ayuda también a esta actividad que la exigencia atlética no es elevada. No se necesitan grandes virtudes físicas, aunque sí ayuda depurar la técnica y la capacidad de concentración; es una experiencia asequible para todos los bolsillos, un disco no pasa de 20 euros, juegan al tiempo hombres y mujeres, con cabida también para los niños. No se puede pedir más, todo suena a ventajas.