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Clase de rock con una leyenda

Un animoso público de todas las edades llena el Auditorio para celebrar la música de “Queen” y el legado de Freddie Mercury

El público del Auditorio acompaña, con las palmas, la interpretación de “Radio Gaga”. | Luisma Murias

Para introducirse en el mundo de la música popular, nada mejor que hacerlo de la mano de una leyenda. Al mediodía de ayer, el espíritu de Freddie Mercury sobrevoló en Auditorio Príncipe Felipe, donde cientos de niños disfrutaron del que probablemente fuera su primer concierto: una entusiasta celebración de la música de “Queen” y un sentido homenaje a su líder. Ese era el objetivo confeso de “Queen for Kids. Mi primer concierto”, el espectáculo programado por Festejos que ha deparado el primer lleno absoluto en la sala principal del Auditorio en esta fiestas. Un show que entusiasmo por igual a los niños y a sus mayores, que les acompañaron de buena gana al concierto.

El grupo, durante el concierto. | Luisma Murias

El cuarteto británico se había tornado en quinteto en el escenario del Auditorio, y la voz del vocalista estaba lejos de abarcar las míticas cuatro octavas que alcanzaba Mercury, pero daba igual. Bastó ver al cantante subirse al escenario con una chupa amarilla como la que Freddie llevó en la gira del 86, la del mítico doble concierto en Wembley, para que el público se rindiese al espectáculo. Como en el estadio londinense, la banda abrió fuego con “One Vision”, aunque era un mero calentamiento. Al siguiente tema, “Radio Gaga”, aparecieron las palmas, y tras un respiro con “A Kind of Magic”, afloró la emoción con “The Show Must Go On”. Algún adulto echó mano del pañuelo para limpiar una lágrima furtiva.

Colas a la entrada del Auditorio momentos antes del inicio. | Luisma Murias

El repertorio reunía los temas más populares de la banda, aunque incorporando algún tema inesperado como “I Was Born to Love You”, un tema que Mercury incluyó en su álbum en solitario “Mr. Bad Guy”, y que después se incorporó a su disco póstumo con “Queen”, “Made in Heaven”. Una elección extraña, pero que sirvió para contrastar que el público del Auditorio, muy metido en la canción, era pata negra.

Después llegó “Another One Bites the Dust”, y el respetable se integró en la banda con sus palmas. A esas alturas, el cantante se quitó la chaqueta amarilla y el público jaleó otro guiño a la historia de la banda: la camiseta de “Flash”, de la gira “The Game Tour”, en plena promoción de la banda sonora de “Flash Gordon”.

A esas alturas llegó uno de los momentos cumbre del concierto. La banda interpretó “Don’t Stop Me Now”, el vitamínico sencillo de “Jazz”, y el público, sobre todo el más pequeño, se vino arriba. Los rapaces, desatados, gritaban la estrofa que da título a la canción con denuedo, y celebraron con una emocionante ovación la pieza.

Tras “I Want it All” y “Under Pressure” llegó el imprescindible intercambio entre el cantante y el público, ese “tirorirorero” con el que Mercury paró el mundo el 13 de julio de 1985, en pleno “Live Aid”. El cantante cultivó la complicidad de su público planteando una divertida competencia entre niños y mayores, para ver quiénes respondían con más fuerza y entusiasmo a sus gorgoritos. Ganaron los pequeños, por goleada.

“Crazy Little Thing Called Love” y el primero de los himnos deportivos, “We Will Rock You”, alimentaron la comunión entre la banda y el respetable, antes de afrontar el sacrosanto evangelio de la fe mercuryana: “Bohemian Rhapsody”. A esas alturas, el público hasta perdonó que el grupo mudase el operístico y desquiciado tramo central de la canción, esa concatenación de coros inextricables que se tornaron en un playback que, eso sí, estaba bien armonizado y permitió escuchar, por unos instantes, a los genuinos Mercury, May, Deacon y Taylor.

El concierto debía terminar ahí, pero obviamente ese no fue el final. La banda retornó al escenario para cumplir con un repertorio canónico y aún deleitó al público con propinas del calibre de “I Want to Break Free”, un temazo que sigue teniendo el mejor videoclip de la historia, la emocionante “Friends Will Be Friends” y el segundo de los himnos deportivos, “We Are The Champions”. Cuando se encendieron las luces y se abrieron las puertas del Auditorio, las sonrisas y el entusiasmo que aún mostraban los niños constataban que, treinta años después de su muerte, Freddie Mercury y los “Queen” siguen reinando en la música popular.

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