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Oviedo, la muy sentada

El coronavirus ha dejado dos efectos secundarios en las fiestas: el sedentarismo hostelero y la fila india

Vista general de las casetas del Bombé el primer día de fiestas. | Fernando Rodríguez

Ayer me levanté con la noticia de que Oviedo había perdido 3.309 vecinos desde antes del covid y tuve que volver a sentarme. Ahora, sentarse es muy ovetense. Esos tres mil residentes menos, al ser de mediana edad, hacen Oviedo más pequeño y más mayor. Desde luego, si se han ido, han vuelto para San Mateo porque no hay sitio en las fiestas para los que quedamos. En una alcaldía terrazaplanista con sillas en todas las plazas no queda una plaza en las sillas a la hora en que es posible y apetecible tomar algo de pago al aire libre.

Las fiestas son posibles con dos consecuencias del covid, dos efectos secundarios del coronavirus. El sedentarismo hostelero y la fila india.

–Fila India. Todo sentado. Por Manitú.

El asunto del que se queja la hostelería porque le impiden la barra se ensaña con la cultura, sentada, de interior con aforo limitado. Cuando Alaska cante en el auditorio aquello de “Bailando, me paso el día bailando y los vecinos mientras tanto, no paran de molestar” los espectadores canturrearán para sus adentros “hoy no me puedo levantar” y se irán por “Mecano”.

Las normas covid cambiarán el lenguaje.

Antes se decía “voy a dar un paseo por Oviedo”; ahora lo correcto es decir “voy a sentarme por Oviedo”. Pero el paseo siempre se lograba y el asiento no.

–Pagamos a escote.

–Vale ¿a cuánto tocamos por culo?

Nunca Coca, Pepsi, Schweppes, San Miguel patrocinaron tantas sillas de plástico en las que todo ocio tiene asiento; nunca se habían extendido tantas mesas por la acera, nunca se habían adueñado los bares del carril-bus, como decidió el encandilado Canteli en la avenida de Galicia. Hay terrazas de tres mesas, a la sombra y donde dobla la curva el bus; hay terrazas en la acera de enfrente que tienen a los camareros galopando el paso de cebra todo el día; hay terrazas de uno en fondo, de soportal, de martillo, de sobreacera, de entremacetas, hasta el último palmo, apuradas hasta las heces entre dos cubos de basura.

Pues a ese Oviedo aterrazador se le suman el San Mateo chiringuitero del Oviedo redondo, el que estalla en el Bombé, el que prueba suerte en la Herradura y el que se reinaugura en el aguaducho y sigue sin haber asiento a la hora en que se puede y se quiere de los días mateínos.

El covid que impone beber sentado y obliga la glotis a los glúteos, da como resultado unas fiestas en reposo y no importa cuánto las extiendas porque la gente en reposo ocupa más que a pie firme aunque no todas las personas que calzan un 36 gasten una XL de pantalón y aunque haya población mayor que ya sale sentada de casa y ocupa espacio sin restar asiento.

En la plaza del Sol, donde se practica un beber de sol y plaza, el comportamiento es como en los hoteles del Mediterráneo. Igual que para pillar tumbona hay alemanes que plantan la toalla a las 7 de la mañana; para pillar mesa de noche hay pandillas que mandan avanzadilla a media tarde y hacen una mesa caliente como las de las tertulias del Peñalba, que nunca se desocupaban.

En Oviedo hay más sillas que nunca pero, a causa de la sed sedente, sigue faltando asiento pare repanchigarse en el chiringuito y reposo para las posaderas después de recorrer los escenarios de la fiesta sin una cerveza que echarse al coleto por falta que una silla que llevarse al culo. El desbarre.

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