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HISTORIAS DE BARRA

Marchando una de esperanza

Anabel Pérez, una cubana que abrió una cafetería en plena crisis, confía en el despegue del negocio tras el alivio de las restricciones: “Se nota más alegría”

Anabel Pérez, con LA NUEVA ESPAÑA, en su cafetería de la plaza Pedro Miñor. | L. B.

A base de préstamos, jornadas interminables y malabares para cuadrar las cuentas. Así sobrevivió el matrimonio formado Anabel Pérez y Ervin Montelongo a los envites de una crisis sanitaria que se presentó de golpe para hacer temblar su apuesta emprendedora. Inmigrantes cubanos, llegaron a Oviedo, “una ciudad que enamora”, en 2013 para trabajar en el mundo de la hostelería. El covid les obligó a aplazar la apertura de su negocio hasta julio de 2020 y ahora dicen ver con esperanza el futuro. “Se nota más alegría y tranquilidad en los clientes”, indican los dueños de la cafetería El Miñor.

La pareja abandonó la Cuba castrista en busca de un futuro mejor. “Aquí, aunque seas pobre, tienes de todo, pero allí hay muchos problemas económicos”, indica sin olvidar la isla a la que siempre que puede envía todo tipo de productos para auxiliar a su familia. “Aunque no estemos muy boyantes solemos enviar medicinas, productos o algo de dinero”, confiesa desde la barra de su establecimiento de la plaza Pedro Miñor.

Año y dos meses después de abrir las puertas de su cafetería, la apertura de las barras supone un nuevo empujón para un negocio especialmente exitoso durante los dos últimos veranos. “En 2020 la terraza estuvo llena todas las vacaciones porque la gente no se iba a ningún lado por el covid”, cuenta al rememorar lo que fue la antesala del golpe más inesperado. “En noviembre nos encontramos de nuevo con todo cerrado cuando pensábamos que ya había pasado lo peor”, explica.

La fidelidad de los clientes e incluso la solidaridad de los vecinos, sabedores de las dificultades del sector, ayudaron a seguir a flote al sueño empresarial de la pareja. “Recurrimos a préstamos y de no ser por ello y el aumento reciente de las ventas ya habríamos cerrado”, puntualiza Ervin, encantado al igual que su esposa de ver como los clientes vuelven a sentarse a la barra a tomarse sus cafés y leer LA NUEVA ESPAÑA.

Este alivio en las restricciones se ha traducido en las dos últimas semanas en un rayo de luz tras mucho tiempo de incertidumbre y miedo. “Tras la primera ola la gente eludía entrar en el local por miedo a contagios, pero ahora hay mucha más alegría y tranquilidad”, celebra Anabel Pérez.

El objetivo ahora es recuperar la plena normalidad y ofrecer una recompensa mayor para un matrimonio que desde la barra y los fogones trata de subsistir e incluso ahorrar un poco para ayudar a su familia de Cuba. “Marchando una de esperanza”, se escucha tras la barra de la coqueta cafetería El Miñor.

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