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Cuando la calle Mon se llamaba Ferrería

La propuesta de la historiadora María Álvarez de rescatar la nomenclatura medieval del callejero de Oviedo, respaldada por el Alcalde, ofrece una visión inédita de la urbe

Calle Mon.

Rescatar el nombre que tenían, en la Edad Media, las calles del casco histórico ovetense. Esa fue la propuesta que la medievalista María Álvarez, profesora titular del departamento de Historia de la Universidad de Oviedo, lanzó el pasado miércoles, durante un acto en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA. Una idea que el alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, que participaba en el debate, suscribió de inmediato. “Recoger el nombre de las calles no es un patrimonio menor”, señaló en aquella sesión la historiadora, que avanzaba qué implica el rescate de la nomenclatura medieval de esas calles del casco histórico: es la oportunidad de vislumbrar el retrato de aquella ciudad que conjugaba lo urbano y lo rural, lo religioso y lo mercantil, y que comenzaba su camino hasta convertirse en la ciudad que es hoy.

Huérfana de reglamentos de honores y distinciones y de Leyes de memoria histórica, el callejero de la ciudad era una suerte de retrato sociológico que deja entrever el poderío de los gremios profesionales y el peso de la inmigración.

Tal y como ha investigado María Álvarez, el espacio urbano de la ciudad se organizaba desde una concepción jerarquizada, primero en parroquias o feligresías, que a su vez estaban divididas en barrios, que se articulaban en calles. Así, los medievalistas han identificado al menos cuatro parroquias en el casco antiguo en época medieval: San Tirso, San Juan, Santa María de la Corte y San Isidoro. En cuanto a los barrios, de límites más difusos, se conocen tres de grandes dimensiones: Socastiello, el barrio del castillo o fortaleza, que se localizaba al Noroeste de la ciudad; el barrio del Obispo, de los canónigos o de la viña, que se correspondería con la ciudad episcopal heredada de Alfonso II; y el burgo mercantil, en torno a la plaza de San Isidoro, que en la actualidad se conoce como plaza del Paraguas. Además, se han documentado barrios más pequeños, caso del barrio del Carpio, en el entorno de la actual plaza del Sol. Y en Oviedo, como singularidad, se han documentado varios campos, testimonio de esa convivencia de lo urbano y lo rural. Algunos aún perviven en el callejero, como el Campo San Francisco, el Campo de los Patos o el Campillín (entonces Campo de los Herreros).

Para articular este espacio, según explica María Álvarez, se desarrolló un plano reticular, muy habitual en la época, articulado a partir de tres ejes axiales paralelos: el formado por la confluencia de las actuales calles Cimadevilla y Rúa (denominada Calle Mayor en documentación conservada de 1242) y “que coincidía con la entrada y salida del Camino de Santiago”, explica Álvarez; el de Ferrería (actual calle Mon) y Gascona (que equivalía a la actual calle del Águila, ya que la actual Gascona era “Gascona fuera” por estar extramuros); y el de Noceda (hoy calle San Vicente). Estos tres grandes ejes longitudinales eran atravesados por otros tres transversales, creando ese plano reticular: eran Solazogue (San Antonio)-Canóniga; Platería (hoy desaparecida) y Albergueros (calle Schultz).

Los nombres de esas calles, salta a la vista, atendían en muchas ocasiones al principal gremio instalados en la zona, y en otras a la procedencia foránea de buena parte de sus vecinos, como es el caso de Gascona. Una nomenclatura, en suma, que aporta una rica información para explicar la naturaleza y los orígenes de Oviedo. Su genuino espíritu.

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