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Virginia Pérez Jefa del programa de protección de niñez y adolescencia de Unicef Bolivia

"El confinamiento ha tenido impacto en la salud mental de la infancia mundial"

"En Bolivia y en muchos países de Latinoamérica los niños llevan dos años sin pisar un aula y eso va a tener una repercusión enorme"

Virginia Pérez, psicóloga clínica de Unicef en Bolivia. | Luisma Murias

La palentina Virginia Pérez es psicóloga clínica y lleva dedicada 20 años al desarrollo y la ayuda humanitaria labor que ha ejercido en más de 15 países y de la mano de diversas ONG españolas e internacionales. La mayor parte de su carrera se ha desarrollado en contextos de emergencia: ha trabajado con refugiados kosovares, en Albania y Kosovo, con refugiados afganos en Pakistán... En cada uno de estos entornos se ha implicado para prevenir la violencia contra la niñez, reducir el riesgo de explotación, el tráfico y el trabajo de niñas y niños, muchas veces en contextos de migración y de desplazamientos.

Con Unicef lleva 13 años y su destino actual está en Bolivia, a donde llegó en 2018 como responsable del programa de protección de niñez y adolescencia. Estos días está en Asturias dando cuenta de los buenos resultados de las ayudas de cooperación regionales en Bolivia.

–¿En qué ha ayudado Asturias a la infancia boliviana?

–La cooperación asturiana, a través de la oficina de Unicef en la región, apoya desde el año pasado un programa de reducción del trabajo infantil en poblaciones indígenas. (Se aportaron os ayudas directas de 165.000 en 2021 y otros 165.000 € en 2022). Se trabaja de forma muy integral con familias desestructuradas que, además, se han visto muy afectadas por la pandemia. El apoyo de la cooperación asturiana nos ha permitido acompañar a más de 300 familias cuyos hijos e hijas han retornado a la escuela, han dejado de trabajar y, además, hemos reforzado con ellos planes de vida y de familia para formentar una crianza más positiva, por ejemplo evitando el castigo corporal. Y hay más.

–¿Hubo más?

–Cuando el año pasado estudiantes bolivianos no podían asistir a clase, fue interesante el apoyo de la cooperación asturiana porque nos permitió comprar tablets o megas para que niños y niñas de este programa pudieran seguir las clases. Ademástenemos otro programa muy bonito que apoya Asturias que son "mercados amigos de la niñez" y ese programa también está reduciendo mucho el ingreso de los niños y adolescentes al trabajo. Es un apoyo muy importante el que presta Asturias, y que está teniendo muy buenos resultados que nos permite visibilizar la enorme complejidad del trabajo infantil, con sus múltiples causas y las particularidades de las poblaciones indígenas que se han visto muy afectadas por la pandemia.

–¿Qué cree que deberían aprender los niños españones/asturianos de la infancia de Bolivia y al revés?

–Hay mucho que pueden compartir allá y acá. Creo que los niños europeos viven, en comparación, en una situación muy privilegiada. Por mucho que nos vaya mal hay unos mecanismos de protección social, unos servicios de salud, una educación, etc... con los que siempre podremos contar, pero en otros países no. Precisamente la educación es uno de los ejemplos más claros. En España, con la pandemia, se reanudaron las clases presenciales bastante pronto, en septiembre de 2020, pero en Bolivia y otros países de Latinoamérica los estudiantes han estado casi dos años sin pisar un aula. Esto tiene un enorme impacto en la educación, en la salud mental, en las probabilidades de acabar la secundaria, de encontrar una oportunidad laboral, en la desprotección contra la violencia, etc. Es importnate que eso los niños de Asturias lo aprecien, que valoren la educación y la aprovechen.

–Un asunto de actualidad para una experta en poblaciones en riesgo: muchos niños ucranianos se han visto obligados a separarse de sus familias por la guerra. ¿Qué riesgo entraña eso?

–Siempre que hay una emergencia, el riesgo de separar a los niños de sus padres es más amplio. Y es una de las acciones que más tenemos que prevenir tanto los gobiernos como las organizaciones de ayuda humanitaria. Unicef pone mucho énfasis y energía en asegurar que las familias se mantienen juntas, aunque tengan que irse a otras naciones. Si una familia tiene que emigrar, cuanto más cerca se quede de su país de origen más fácil será el retorno. También es más sencilla la integración si se queda en un estado cercano con el que comparta idioma y cultura. Pero cuanto más tiempo pase hasta que puedan volver, más dificultades tendrán para realizar ese retorno y para continuar con la educación.

–Ya se alerta de que aumenta cada vez más la violencia sobre los menores que se desplazan sin sus familiares.

–Es difícil saber cuál es la realidad de lo que está pasando en cuanto a la violencia contra la niñez, incluyendo explotación, abusos, trata, trafico, etc., porque lo que se reporta es la punta del iceberg. De hecho, hay algunos estudios a nivel global que estiman que solo en torno al 15% de los casos son reportados. La realidad sobrepasa lo que sabemos ahora mismo sobre los datos de explotación en la niñez.

–Los problemas de salud mental en la infancia o adolescencia están generando gran alerta. Y más en los menores con problemas en cuando a sus identidades de género.

–El denominador común que une ahora mismo a la infancia de todos los países es el impacto que la pandemia ha tenido en salud mental por el confinamiento que hemos vivido: la pérdida de contacto con los amigos, el espacio de juego, hogares donde había mucha tensión o se han perdido los medios de vida, etc... Y para aquellos niños, niñas y adolescentes que están en situación de conflicto o de vulnerabilidad supone un doble impacto.

–¿También ocurrió así en Bolivia?

–Al principio de la pandemia pusimos en marcha una línea telefónica de asistencia de salud mental y apoyo emocional, que también funcionó para orientar a padres sobre cómo gestionar el estrés de los niños. Gracias a esto descubrimos que los adolescentes fue la parte de la población más afectada por el covid en cuanto a su salud mental, aunque es probable que ésta ya estuviera deteriorada. Y muy en particular la población LGTB ha sido una de las más afectadas. Muchos adolescentes se han sentido todavía más aislados que antes y han tenido menos acceso a redes de apoyo. Nos han llegado llamadas de adolescentes con cuestiones sobre temas de identidad que no sabían cómo resolver.

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