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LA CIUDAD Y LOS DÍAS

Es hora de olvidar un pasado remoto

Reflexión sobre los avatares en el callejero ovetense

Que a estas alturas de los tiempos estemos debatiendo todavía sobre la supresión de nombres supuestamente franquistas en el callejero de Oviedo es un hecho más que revela el desconcierto de este país, incentivado por el demoledor conglomerado político que supuestamente nos gobierna.

Con los problemas gravísimos que tenemos a cuestas, volver a hurgar en este viejo asunto son ganas de perder el tiempo y de tirar piedras al propio tejado, porque, entre otras cosas, ya se había convenido en dar por zanjado hace casi catorce años con la Comisión, mixta en lo político, creada por Gabino de Lorenzo. La cuestión fue replanteada años después con otra comisión y diferentes, aunque más estrictos, resultados.

Con independencia de las nuevas vueltas sobre este asunto -por considerarlo después insuficiente-, como miembro que he sido de la primera Comisión, muy plural en lo político, resulta casi inevitable la memoria sobre los resultados de entonces. Y también los nombres retirados y los resultados de las votaciones, que puede ser oportuno volver a recordar.

Sin nombres de los votantes, porque las votaciones fueron secretas: Capitán Almeida, por seis a cuatro votos; Coronel Aranda, ocho a tres votos; División Azul, siete a cuatro; Teijeiro, ocho a dos; Comandantes Caballero, ocho a tres; Vallespín, seis a cinco; Bruzo y Janáriz, ocho a uno; Alférez Provisional y Sargento Provisional, seis a cinco. Celestino Mendizábal, siete a tres; Capalleja y Rafael Gallego, ocho a dos. Los monolitos de Gesta y medallones, ocho a dos en general.

No menor interés pueden tener los nombres conservados, también por votación, que fueron: Valentín Masip, Calvo Sotelo, Ladreda, Flórez, Zuvillaga, Peña Royo, Yela Utrilla, Elola Olaso, Ridruejo, Rodríguez Cabezas y Alfonso Martínez.

Todas las deliberaciones fueron debatidas -a menudo con pasión y aun con amagos de cierta violencia y anécdotas notables-, con reuniones que se prolongaron durante todo un año. Sus resultados constan en las respectivas actas que se supone conservadas en los archivos municipales.

Las historias, debates y anécdotas de todo esto darían para todo un libro cargado de sorpresas y de humanidad. Lo terrible es que a estas alturas estemos todavía con las dos Españas, las dos Asturias y los dos Oviedos.

Uno, que tuvo participantes y muertos en los dos bandos, entiende que a estas alturas y con los problemas y requerimientos que nos plantean los nuevos tiempos no merece la pena hurgar en un pasado remoto que ya no podemos modificar y que fue cosa de nuestros antepasados. Lo escribe quien tuvo muertos y desastres en los dos bandos.

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