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No es país para tontos

Los nuevos personajes que proliferan en la sociedad

No sé si habéis caído en la cuenta del cambio publicitario vivido por algunas marcas famosas, como es el caso de una conocida franquicia de electrodomésticos, que ha dado un giro radical a su estrategia de comunicación: han sustituido el exitoso lema "Yo no soy tonto" por otro nuevo más pegado a la realidad de nuestro país "Igual sí soy tonto, pero no pasa nada".

¿Por qué os hablo hoy de tonterías y de los sujetos que las sostienen? No me invento nada, según el Instituto Nacional de Estadística, y corroborado por el CIS de Tezanos, España cuenta con la mayor población de tontos de toda la comunidad Europea; se calcula que hay unos tres por habitante. "Es una cifra récord en nuestro país y en toda Europa".

Según todos los análisis demográficos se está produciendo una rápida desaparición del tonto del pueblo, que se ha hecho urbanita o mediático. Por su enorme capacidad de adaptación ha logrado integrarse en todos los ámbitos del tejido social, ya sean económicos, políticos o culturales, como uno más, aunque manteniendo su afición por la diferencia desmedida y por soltar lo primero que se le pasa por la cabeza, por soltar discursos cursis de palabras fáciles, por abanderar cruzadas con ocurrencias mesiánicas, sostenibles, resilientes, equilibrados y ecofunders.

Recuerdo una novelita de Dostoievski donde relataba las peripecias de un personaje risible, que recorría las calles contando exageradas bondades y peripecias, provocando la hilaridad y el beneplácito de todos sus vecinos. "El tonto del pueblo, igual que se come una boñiga vegetal o sus propios excrementos, es capaz de tragarse convencido sus propias mentiras e ingenuidades". De hecho, los expertos del CIS añaden: "Los nuevos tontos mediáticos son una extraña especie, no hay virus que los tumbe, son inmunes a las hemerotecas, lo que en los pueblos solo existía en forma de una vaga memoria, son capaces de afirmar públicamente, y sin ponerse colorados, lo contrario de lo que dijeron tan solo hace unos días o meses". Además, la imprevista proliferación del tonto contemporáneo ha coincidido además con la llamada fuga de cerebros, no solo ese triste éxodo de las mentes más brillantes de nuestra España, sino un proceso paranormal que estudia Cuarto Milenio, la proliferación de tontos sin cerebro, soberbios, engreídos, moralinos y cortos de miras, que no paran de aplaudir las mentiras de sus dueños. Los sociólogos advierten ahora de que, en un futuro no muy lejano, faltarán pueblos en España para tanto tonto. "Es probable que los actuales tontos del pueblo pasen a considerarse ciudadanos normales y corrientes y que los nuevos tontos del pueblo seamos nosotros".

Al final me ha podido mi vena filosófica, aunque cualquier otro camino me hubiera llevado al mismo resultado: ¿Qué nos pasa? ¿Cómo hemos podido ser tan simples o inconscientes para llegar a la situación que vivimos en la actualidad de nuestra España? ¿A qué se debe la proliferación de tanto tonto? ¿Cómo es posible que copen los puestos más relevantes de nuestra vida social? ¿A qué mente perversa del universo se le ha ocurrido dejar en manos de estos tontos ofendidos el destino de nuestras vidas?

Leyendo el último libro de mi querido amigo Pachi Poncela, he descubierto una hilarante tabla periódica de tipología de tontos, un detallado repaso por los distintos tipos de tontos. Pero creo que se le olvidan algunos detalles. Primero porque los tontos no son solo plantas de interior, vaya, tontos en privado, sino que se han desbocado cual virus en la vida pública; y segundo, se le olvidan algunos especímenes que copan el panorama español, los tontos ofendidos, los tontos de porcelana, los tontos políticamente correctos. Toda una galería de afectados mentales, que se enervan y se indignan por las cosas más triviales, como llevar calcetines blancos, o comerte un buen chuletón, por andar en un coche diésel, por comprar ropa de mercadillo, por ir a la Iglesia, por criticar a los nuevos progres,? pero no les importan los miles de nuevos pobres, de los trabajadores en la calle, las colas de los comedores sociales, los niños sin beca de comedor, las desigualdades educativas.

Decía el otro día mi admirado Woody Allen, "pensaba que el número de tontos en el mundo era limitado, pero me he dado cuenta de que estaba equivocado". De todas formas, se trata de un fatal destino, y no se nos puede olvidar la célebre frase de Forrest Gump: "Tonto es el que hace tonterías". Pero lo malo es que esto no es una película, es la triste realidad que nos ha tocado vivir.

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