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Chus Neira

Al final de la semana

Chus Neira

Lo pequeño, lo ruin y lo microscópico

La penúltima polémica entre Oviedo y Gijón a cuenta de las medidas para frenar la pandemia

Todo el mundo sabe que el alcalde Alfredo Canteli es persona de muchas amistades, de trato cercano y qué tal tus hermanos, dales recuerdos. Con la alcaldesa de Gijón, Ana González, tiene ese trato, risas y palmada en la espalda, de cuando se podía. La regidora de allá tiene, además, sombra de carbayonismo y querencia por esta plaza. Sin ir más lejos, en el concierto de los Premios de este año, que no tuvo pasarela al pie del Auditorio ni presencia de Sus Majestades, pero sí tropas imperiales y el maravilloso escenario de la nave de cañones de La Vega, se la vio entre el público, como una espectadora más, no como regidora de Gijón ni como exconsejera de Educación y Cultura del Principado. Y llamó la atención, de hecho, que no estuviera allí ningún representante municipal, aunque fuera, como supongo en el caso de Ana González, por devoción musical. Viene ahora al caso porque con tales antecedentes chirría un poco más ese rasgarse las vestiduras que entonó esta semana a cuenta de las quejas de Canteli por las medidas de cierre que afectan a todos por igual.

El alcalde de Oviedo, que tiene la virtud y el defecto de decir casi siempre lo que piensa sin pensar demasiado lo que dice –“dejadme ser así”–, reclamó algo muy obvio para buena parte de los ciudadanos de la capital y puede que del resto de Asturias. Si los datos de contagio en Gijón están tres veces por encima que los de Oviedo, ¿por qué aplicar las mismas medidas en distintas situaciones? Canteli dijo: “Estamos mucho mejor que los demás, por debajo de una tercera parte de otras ciudades de Asturias; ¿si Gijón estuviera como Oviedo, se habrían cerrado las dos o solo Oviedo?”. Algo de razón tiene. El principio que está detrás de ese razonamiento es el mismo que esgrimía el Principado cuando en Madrid caían como moscas y en Asturias éramos la región milagro. Trato diferenciado según las circunstancias. Y en parte también es el planteamiento micro que se está llevando a cabo, con buenos resultados, en otros ámbitos. Si en una clase de Primaria surge un positivo, se manda a toda la clase a pasar la cuarentena a casa. Si en una empresa, a los de ese turno. En los países asiáticos el detalle del confinamiento desciende a los barrios y parece que les va bien. En las casas ya casi todos hemos visto más o menos de cerca la necesidad de tener a algún miembro de la familia confinado en la habitación. ¿Es, entonces, tan descabellado plantear que ante unas cifras disparadas en Gijón las medidas excepcionales se circunscriban en la medida de lo posible a esa zona y que en el resto de la región se baje un poco el pistón? No lo creo.

Ana González entendió que todo ese razonamiento suponía traducir “algo tan serio como esta crisis, que trae enfermedad, muerte, dolor y pérdida de actividad económica” como “un chascarrillo local de 20 kilómetros aquí o allá”. Dijo también que el problema “es común a todos, indistintamente de la ciudad o el territorio en el que estemos” y pidió “que no se usen los datos circunstanciales de un momento dado como arma arrojadiza para alentar un localismo pequeño y ruin”. Pero, claro, la cuestión es precisamente tratar la “epidemia” a una escala tan pequeña que nos sirva para combatir la “pandemia”. La sanitaria y las otras. Ponerse serio pero sin tomárselo tan a pecho. Aquí y donde Ana.

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