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Borrar a Indalecio Prieto por segunda vez

La memoria en la ciudad del ovetense que fue ministro de la República

El 2 de diciembre de 1937 el Ayuntamiento ovetense discutía una iniciativa para “borrar de la historia de nuestro Oviedo heroico” al político Indalecio Prieto y al militar José Miaja, con el expeditivo procedimiento de suprimir su inscripción en el Registro Civil. Por si esta operación conllevara gastos, se proponía cargarlos, en un gesto de fino humorismo, al presupuesto destinado a “la destrucción de animales dañinos en el término municipal”. Ochenta y tres años más tarde, los herederos espirituales del franquismo promueven, con menos gracia e idéntica agresividad, otra fórmula de borrado de la memoria del político socialista.

Para justificar semejante dislate, el grupo de Vox en el Ayuntamiento de Oviedo se ha apoyado en un texto justificativo, ocioso es decirlo, tan breve como plagado de errores. No es cierto que Prieto encabezara en 1935 la deriva revolucionaria del PSOE. Es incierto que en la revolución de Octubre en Asturias –en la que Prieto no participó directamente, aunque contribuyera al armamento, y de la que después, por cierto, se arrepintió– reprimiera “indiscriminadamente” a religiosos, militantes de derechas y empresarios; de hecho la mayor parte de los muertos en la retaguardia o al margen los combates fueron combatientes presos del bando revolucionario o población inerme pero que se consideraba afín. Carece, además, de prueba histórica alguna la supuesta responsabilidad de Prieto en el asesinato de Calvo Sotelo. La imagen delirante y folletinesca de un Prieto mafioso, rodeado casi de un ejército privado de paramilitares requeriría alguna cita de las fuentes utilizadas, que tal vez se evite, como se hace en general, por resultar poco presentables. Sí se completa, en cambio, con una nueva evocación del famoso “oro robado” del Banco de España, que los historiadores serios han demostrado reiteradamente que se gastó en compras para defensa de la democracia republicana frente a la agresión militar.

Sobre estos y otros muchos datos hay bibliografía suficiente que, como historiadores, podemos aportar, aunque para hacer un informe menos chapucero bien hubiera bastado a los proponentes recurrir a la Wikipedia. Esta nueva bufonada política de la ultraderecha que pretende apoyarse en una desafortunada resolución del Parlamento Europeo de condena del comunismo, ideología que por cierto Prieto nunca profesó, alberga burdas intenciones de deslegitimar históricamente a todo lo que tenga alguna relación con la izquierda o el antifascismo. A tenor de la misma, Oviedo podría tener una calle dedicada a Yagüe, responsable confeso (así se lo dijo paladinamente a un periodista extranjero) de ordenar un asesinato masivo de presos en Badajoz, pero no a un dirigente socialista, seguramente con sus luces y sus sombras, como todos a los que les tocó tomar decisiones nada fáciles en tiempos difíciles, pero exponente de una ideología y una corriente política, como mínimo, digna y democrática. Prieto no se merece ser la primera victima (parece que vendrán otras, en los siguientes “avisos”) de esta ola de odio y resentimiento (que no de justicia o reparación histórica) que algunos pretenden que anegue nuestro país.

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