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Crítica / Música

Música para el alma

La felicitación para el 2021 del maestro italiano Riccardo Muti en el tradicional Concierto de Año desde Viena incluyó un mensaje casi profético en el que reivindicó el papel de la música en la sociedad. Más allá de una mera diversión, añadió que la música es una gran aliada para la salud mental, y no quiso dejar pasar la oportunidad para dirigirse a los gobernantes y reclamarles que el compromiso social asociado a sus cargos pasa también por cuidar la cultura, aún más en un año especialmente difícil como el que hemos dejado atrás. El concierto de Año Nuevo celebrado en el teatro Campoamor de Oviedo tuvo en común con las palabras de Muti que congregó a quienes también creen en la música, que insisten en disfrutarla en directo y agotan en días el limitado aforo.

El director principal invitado de la Oviedo Filarmonía, el mexicano Iván López-Reynoso, debutó en esta primera cita musical de 2021, donde se le vio muy cómodo en todo momento. En esta edición gobernó la sobriedad, con la Ofil repartida por todo el escenario del Campoamor sobre un fondo negro y también se pudo apreciar en la felicitación al público ovetense.

La selección musical elegida por Reynoso transcurrió en un perfecto equilibro entre algunas de las partituras imprescindibles del repertorio habitual de Año Nuevo que combinó con otras de distinta naturaleza pero de estética similar. Uno de los momentos más emotivos llegó cuando Reynoso quiso introducir al público ovetense el “Vals sobre las olas”, de Juventino Rosas, otro músico, como él, nacido en Guanajuato. En su mensaje habló de hermanamiento entre culturas y de su vínculo con la Ofil.

La música de Johann Strauss II fue el hilo conductor en esta edición, que arrancó con la Obertura de “El barón gitano”, en la que la orquesta ofreció una versión comedida, que adquirió más gracia con la llegada del vals. La partitura de Juventino Rosas añadió además color y ritmo al programa. Muy explosiva, con una sonoridad vibrante y llena de acentos fue la “Danza diabólica” de Joseph Hellmesberger, pero también las polkas “Bajo rayos y truenos” y “Ohne Sorgen!”, de Johann Strauss II y Josef Strauss, respectivamente. Muy grata la obertura “Mañana, tarde y noche en Viena”, de Suppé, cuyas composiciones se encuentran parcialmente olvidadas. Una partitura más compleja, con el solo de chelo como protagonista, que la Ofil interpretó con mucho rigor y el público agradeció.

Llamó la atención que el vals del “Danubio azul” se incluyese entre las obras del programa en vez de entre las propinas, tan esperadas todos los años. Si bien la introducción, muy expuesta, aceptaría algunas mejoras, el arranque del vals propiamente dicho agradó mucho más al público. En esta edición fueron dos las propinas: “Leichtes Blue”, de nuevo de Johann Strauss II, y la esperadísima “Marcha Radetzky”, con la que el público se volcó acompañando a la orquesta en cuerpo y alma.

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