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Carlos Fernández Llaneza

El necesario museo de Oviedo

El patrimonio artístico olvidado en la ciudad

España es uno de los países con más patrimonio histórico y artístico del mundo; de hecho, en la lista de lugares Patrimonio de la Humanidad ocupamos el tercer lugar por detrás de Italia y China. Oviedo es una ciudad que aún conserva un buen número de lugares dignos de aprecio y cuidado. También es cierto que, por unas causas u otras, nos dejamos, de forma vergonzante, valiosísimos ejemplos de patrimonio arquitectónico. En este quita y pon hay parte de lo derruido que, vaya usted a saber por qué, desapareció y volvió a aparecer en otro lugar, algunas veces de forma deliberada y otras... Todos conocemos el arco de la portada de la iglesia de San Isidoro que estaba en la Plaza del Paraguas, desmontada en 1922, y que ahora se encuentra en el Campo San Francisco deseoso de mayores cuidados. De esa misma iglesia eran, según me contaron años ha, unas cuantas columnas ubicadas en la Matorra, en la proximidad de la iglesia de San Pedro de los Arcos. De allí desaparecieron e ignoro su paradero. Hablando de columnas, me dicen que algunas de las que sostenían la derruida plaza del Fontán vivieron singulares traslados. Asimismo conocimos hace poco la rocambolesca historia de la estatua de Neptuno que por arte de birlibirloque desapareció del Campo en los años sesenta acabando milagrosamente en el jardín de un contratista de la época que, en 2006, la vendió al Museo de Bellas Artes por 12.000 euros. Curioso. Esperemos que retorne a su lugar. Y por medio de una publicación de nuestro ayuntamiento en una red social descubro que los arcos de la antigua plaza de la Catedral tuvieron su mudanza y, mira por dónde, acabaron en la Fábrica de Gas. Conocemos la antigua plaza catedralicia por fotos. Una plaza que pareciera querer subirse a las mismas barbas de la torre que, orgullosa, se erguía por encima del abigarrado caserío y de las sinuosas callejuelas, como un irresistible reclamo para todos aquellos que se llegasen ante ella y se sintieran, ante su esbelta esplendidez, sobrecogidos, casi arrugados. A la Catedral, entonces, se accedía desde una plazuela delimitada por una verja de hierro situada delante del atrio. Veinte metros entre las casas y el templo. Pero Doña Piqueta nunca descansa en Oviedo. La ciudad del futuro pedía espacios más amplios y aquel conjunto de casucas añosas no tenía cabida. En la sesión municipal del 30 de marzo de 1928 se dicta sentencia: serán derruidas. Rodríguez Bustelo se encarga del proyecto. Carmen Ruiz-Tilve definió esas casas como “de fachadas estrechas, entre 8 y 10 metros, eran profundas, con patios y huerta atrás. Y la parte de atrás era precisamente la que se veía desde la zona de la Balesquida, que sería un panorama irregular, con huertas, patios y tapias que dejarían adivinar el arbolado del interior. Y eso molestaba a alguno, que querían una perspectiva limpia para la Catedral, y la única compañía de los palacios y edificios nobles”.

Y, cómo no, también hubo voces en contra. El que fuera concejal, Gallego Velasco, decía en 1925: “Contrista el ánimo pensar que pueda perderse tan tontamente uno de los lugares más sugestivos del Oviedo antiguo”.

Luis Menéndez Pidal, arquitecto restaurador de la Catedral tras los destrozos de 1934 y 1936, recordaba en 1974, “aquellas deliciosas casas porticadas en sus bajos, multicolores en sus revocos, con aleros y ventanas cuajadas de flores y el verdor de los geranios que los desbordaban”.

De nada sirvieron propuestas del mismo Gallego o del entonces alcalde Fernández Ladreda, en 1926, de conservar buena parte de lo edificado. El final es conocido. El destino quiso que parte de los arcos de la plazuela se salvaran al ser comprados por la Sociedad Popular Ovetense para formar un soportal en el nuevo edificio de oficinas de la Fábrica de Gas. Según la información que ofrece el Ayuntamiento, el proyecto del arquitecto Miguel García-Lomas, de 1932, utiliza seis de los arcos, aunque finalmente fueron siete los recuperados, al variarse el proyecto primitivo, y así los podemos ver ahora, tras su mudanza.

Pues bien, una razón más para conservar la Fábrica de Gas y evitar que Doña Piqueta vuelva a las andadas. Dejémosla descansar que bastante se paseó por nuestra historia ovetense.

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