La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Gonzalo García-Conde

Paraíso Capital

Gonzalo García-Conde

Honores para Mirella y Chick, carbayones

Dos grandes artistas que la ciudad adoptó como propios antes de su fallecimiento

Muy noble, muy leal, benemérita, invicta, heroica y buena ciudad. Siempre me ha gustado el lema que describe el carácter de Vetusta. Tengo un amigo perdido por el mundo, oriundo de Gijón, al que le encantaba bromear acerca de esto. “Y nunca suficientemente bien ponderada”, añadía entre risas cuando yo le recitaba la retahíla.

Pero como todo no han de ser virtudes en esta vida, también nos adornan algunas miserias y defectos. Quizá el peor de nuestros pecados sea que somos una comunidad orgullosa a la que le cuesta demostrar ciertos afectos. Como si la exaltación del cariño fuese una muestra de debilidad. Como esas matriarcas, ya que somos tierra de mujeres poderosas, que expresan mejor el amor con un pellizco que con un beso.

Ha muerto Chick Corea, el legendario compositor y pianista de jazz, y Oviedo llora su pérdida como si fuera un amigo de toda la vida. Corea sólo nos visitó dos veces: durante el Festival de Jazz de 1987 y el año pasado, en aquel mítico concierto que fue el último del Campoamor antes del confinamiento. Todo vendido. Un lleno clamoroso. El tipo de noche que no sabemos cuándo podremos recuperar.

Ese día, Chick ya se había metido al público en el bolsillo cuando decidió comunicar que iba a estrenar una pieza que había compuesto esa misma tarde. Este anuncio provocó un espontáneo ¡Oh! entre el público, un murmullo de aprobación. Toda la sala se sintió halagada por el honor que se le concedía. Mucho más cuando escuchó aquella pieza maravillosa, larguísima, poética, abstracta, llena de cascadas de notas, de vuelos melódicos delicadísimos que nos dejaron sin aliento.

El aplauso fue rotundo, cerrado, lo siguió siendo el resto de la velada. Seguíamos aplaudiendo incluso un buen rato después de que los músicos abandonaron el escenario. Desde ese momento adoptamos al maestro Corea como carbayón de número, le dimos nuestro cariño y hoy lamentamos su pérdida. Pero Oviedo no se puso en pie. Nunca se pone en pie ante nadie, quién sabe por qué. Por dignidad mal entendida, seguramente.

Cosas del destino, Corea ha fallecido exactamente un año después que la inigualable Mirella Freni. La soprano que forma parte de la épica de Vetusta desde que, a principios de los setenta, pusiese varias veces del revés la temporada de ópera junto a Luciano Pavarotti. La pareja interpretó un “Elixir de Amor”, una “Bohème” y una “Hija del Regimiento” que están grabados en la memoria de nuestro siglo XX; después conquistaron juntos el mundo.

Desde entonces, el público de Oviedo siguió su carrera como si de la hija de sus vecinos más queridos se tratase, como a una sobrina, como a una niña que vimos crecer y que venía de pequeña a merendar a casa. Pero…

Recuerdo un artículo muy emotivo que publicó Cosme Marina en este mismo periódico cuando la voz de la diva se apagó para siempre. Rememoraba una anécdota entrañable con la cantante cuando vino a recoger el Premio Lírico “Teatro Campoamor” en 2007. Acababa de recibir otro homenaje en París, estaba feliz de haber visto ponerse en pie aplaudiendo al público de esa ciudad celebrando su magnífica trayectoria. Marina, un poco azorado, se vio en la obligación de advertirla que quizá eso no pasase esa noche, a lo que la soprano respondió con una carcajada: “Lo sé, querido, es Oviedo”.

Noble, leal, benemérita, invicta, heroica, buena y emocionalmente torpe ciudad. Yo mismo, por un inexplicable impulso estático, tampoco me levanto cuando las piernas me piden saltar entusiasmado. Es Oviedo.

Buen viaje, Chick. Saluda a Mirella de nuestra parte allá donde os encontréis, en una dimensión melódica paralela. Ambos sabéis que, a pesar de nuestra necedad, os sentimos como propios.

Compartir el artículo

stats