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Jonathan Mallada Álvarez

Crítica / música

Jonathan Mallada Álvarez

Reto primaveral

La OSPA afronta con notables resultados artísticos un programa complejo y arriesgado bajo la batuta de Nuno Coelho

Akiko Suwanai, durante el concierto. | Irma Collín

Si la semana anterior el reto consistía en interpretar un programa con Roman Simovic como director-solista, el pasado viernes, la dificultad radicó en un programa atractivo pero muy complejo, formado por la “Sexta sinfonía” de Bruckner y el “Concierto para violín” de Ligeti, una pieza arriesgada por su sonoridad, pero donde la OSPA suele manejarse con bastante aplomo. Y, claro está, no hay nada mejor para afrontar cualquier reto musical que una buena motivación.

El “Concierto para violín” de Ligeti, escasamente programado, conjuga a la perfección una sonoridad muy diferente a las escritas de forma convencional para este instrumento, con una riqueza de matices que ya queda patente desde el primer movimiento, donde el compositor húngaro explota las posibilidades del violín, como solista y en contraposición a la orquesta a través de una afinación diferente. La solista de la noche, Akiko Suwanai, siempre muy correcta, brilló especialmente en el segundo movimiento (Aria. Hoquetus, Choral: Andante con moto – attacca), un guiño a la tradición donde la nipona desplegó un lirismo muy hermoso y lleno de expresividad, con algo de vibrato y un sonido muy maleable.

La fluidez del tercer número contrastó con la atmósfera lenta y onírica del cuarto, un interesante trabajo armónico de la OSPA que redujo este movimiento a casi un lamento, con un sonido muy contenido. El quinto y último número, pues Ligeti también subvierte las formas más clásicas en esta obra, supuso la plasmación de unas emociones extremas merced a una gran sensación de dinamismo y agitación, con guiños al folclore tradicional húngaro y con Suwanai exhibiendo su virtuosismo, mimando con dulzura la emisión, siempre muy pulcra, y la calidez del sonido.

Pero la segunda parte no permitía la más mínima relajación por parte de la orquesta del Principado. La Sexta sinfonía de Bruckner es una página poliédrica y muy exigente, donde la OSPA, supo estar a la altura. El juego de volúmenes y algunos crescendos progresivos y efectistas surtieron de gran viveza y frescura un primer movimiento bastante bueno: enérgico, solemne y serio. En el Adagio se mostraron equilibrados y bien balanceados, con cierta profundidad y dramatismo, con el viento a gran nivel y cuidando con acierto la articulación. En el Finale recuperarían todo el empuje que habían perdido, momentáneamente en el Scherzo, y estuvieron más ajustados en tempo y volumen, bajo la dirección alta y de gestualidad explícita de un Nuno Coelho que se entiende a las mil maravillas con la orquesta.

En definitiva, un programa arriesgado en el que emergieron las figuras de Suwanai, Coelho y la OSPA. El director luso se mostró preciso en ese maremágnum de sonoridades y timbres del concierto de Ligeti e imprimió el volumen adecuado para lograr una sensación de ligereza que no incomodase ni fatigase al oyente. Por su parte, la agrupación asturiana estuvo bastante sólida en la sexta sinfonía de Bruckner, superando con un notable el reto que conllevaba esta cita para la orquesta.

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