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José Ramón Castañón, Pochi

El plan 2050 de “Pedro Lechera”

Setecientos folios son muchos folios y reconozco que, en el particular “Cuento de la lechera” que se ha montado nuestro Pedrito con su urdidor de bambalinas, no he pasado de la introducción. ¡Ojo!, no ha sido por incapacidad intelectual, sino por dignidad personal, son muchos folios para un texto que te recibe con disparatada autocomplacencia, y demasiadas palabras vacías e intenciones ensoñadas.

El destino del cántaro “Plan 2050” es tan seguro como que más vale humo que escarcha. No sé si llegaremos, pero mejor será mirar para el presente. ¡Que no sabes cómo afrontarlo, que te gusta el bombo autocomplaciente, que eres más de marketing que de soluciones, que te importa una mierda la gente,...! ¡lo sabemos! España sigue siendo la camisa blanca de mi esperanza, pero bregar con el optimismo desmesurado no es ni mi fuerte. Más, ¿quién soy yo para poner topes al carro del porvenir? ¿quién para aniquilar las clarividencias de un presidente visionario, del mesías del mundo occidental? Pongamos un escenario bucólico a todo este sindiós y, como dice mi amigo el de Requena, “alante con los faroles”.

Fantaseo con un Pedro sin su Heidi, girando sobre sí mismo con sonrisa bobalicona, cual Julie Andrews en los Alpes austriacos. Rodeado de cabras y ganado vacuno rebosante de leche (cruel metáfora de lo que creen que somos) danza canturreando por los verdes prados mientras diestros dedos organizan endiablados acordes que emboban a cientos de borregos estupefactos.

Feliz en la montaña, suspendido entre nubes algodonadas, no puede o no quiere mirar hacia abajo, hacia el pueblo. Todo es luz en la cima del mundo; todo penuria entre las casas de los aldeanos.

Su plan es sencillo: ordeñar hasta la extenuación a reses y rebaños a fin de convertir su “oro blanco” en nata. Con el cubo sobre su cabeza imaginará mantequilla y venta, una compra de huevos, la creación de una granja de aves de corral y posterior traspaso y, por fin, la adquisición de un traje verde que lo hará tan galante y sexi que todos/as los países querrán tener relaciones con él.

La historia inevitablemente termina con la fractura que le provoca la realidad. No sabemos cómo acabará el cuento, bastante tenemos con el presente; nos hablan de mundos felices y no sabemos si mañana trabajaremos, o veremos a la familia, o si tendremos vacaciones, o si indultarán a todos los encarcelados del mundo, o si nos bajarán los impuestos, o si nos vacunarán con lejía...

En el preámbulo del tocho aparece una cita de Séneca: “Ningún viento será bueno para quien no sabe a qué puerto se encamina”. Pues eso, ¿sabe “Pedro Lechera” hacia dónde va, por qué precipicio nos precipita?

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