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Carlos Fernández Llaneza

Por San Pedro, fiesta

Las celebraciones que antaño señalaban el inicio del verano

Oí muchas veces de pequeño un dicho que procuraba cumplir por si acaso: “Hasta que San Juan bendiga las aguas, no te puedes bañar”. Tampoco es que tuviéramos muchas opciones para darnos un chapuzón. Pero San Juan, además de bendecir aguas, marcaba el inicio del calendario estival. La tradición de la hoguera llegó para mí años después incluyendo salto y danza prima. Los apuntes no siempre los pude arrojar al fuego purificador por mor de que más de un año me tocó pasearlos durante el verano; qué le vamos a hacer. San Juan iniciaba, pero San Pedro le seguía los pasos días después. Y ahí vamos. San Pedro es parroquia antigua; probablemente, tanto como la propia ciudad. Pero su condición de parroquia “extramuros” la hizo pasar discretamente por nuestra historia común. Cuando se hablaba de parroquias de Oviedo siempre se citaba a San Tirso, San Juan, San Isidoro y Santa María de la Corte, pero no se solía nombrar a San Pedro o a Santullano. Antes de la iglesia actual, obra del arquitecto Luis Bellido de 1910, autor también de San Juan, 1915, hubo otra iglesia pequeña, de aire rural, con humilde espadaña y pórtico familiar pero orgullosa en su otero. A su vez, construida sobre otra antigua capilla de la que nada sabemos pero que se remonta, con toda seguridad, a época románico visigótica. El acueducto de los Pilares cambió su nombre a San Pedro de los Pilares durante un tiempo y, posteriormente, al actual de San Pedro de los Arcos. Muchos siglos siendo testigo de cómo la ciudad se estiraba a sus pies y con vocación urbana y rural a la vez, abarcando desde el Cristo hasta Pumarín. Durante siglos seguro que siempre se festejó al pescador de Cafarnaún en el mismo campo de la iglesia, pero, también hubo años en los que la fiesta se deslizaba por las laderas del otero. Consta en los álbumes de fiestas que, al menos entre 1950 y 1960, había festejos en Vallobín, barrio con marcado carácter ferroviario entonces, y en la Argañosa que, años más tarde, una vez desmembrado su territorio de San Pedro, celebraría la fiesta de San Pablo. Sabemos por los programas de aquellos años 50 que el día 28 ya había verbena con iluminación entre el puente sobre la vía y la última parada del tranvía, en las inmediaciones del “Gran Bar” cuyo propietario era uno de los principales organizadores. El día del patrono, misa con tambor y gaita más procesión desde la iglesia hasta el puente de la Argañosa. No faltaba el imprescindible reparto del bollu y el vino ni el partido de fútbol entre San Pedro y San Juan, así como concursos de llave y rana en Casa Julio. En una bolera sita en la primera travesía de la Argañosa tenía lugar concurso de bolos y, curioso, en 1953 tuvo lugar una becerrada en la plaza de Buenavista, así como una Gymkana motorista entre el puente y el Cine Roxy. Obviamente, de aquellas fiestas de San Pedro, nada puedo contar pues ni estaba ni se me esperaba. Viví otras, tiempo después, en la década de los 80, cuando un grupo de jóvenes ayudamos a veteranos dirigentes de la antigua Sociedad de Festejos de Ntra. Sra. de los Ángeles de Vallobín a recuperar la fiesta de San Pedro, pero esa es otra historia.

Por San Pedro, fiesta

Les dejo a sus propios recuerdos aquellas fiestas de los 50 que contribuían, entre bolines de anís, arcos de bombillas multicolores, banderines de papel, bailes discretos y miradas furtivas con la gramola del “Topu a lo alto la lleva” a romper la cotidianidad de unas vidas que peleaban por llegar a un futuro que se antojaba aún demasiado lejano.

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