La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José Ramón Castañón, Pochi

Si volviera la mili

La actitud de los jóvenes ante la vida

Todos los meses, un grupo de amigos nos reunimos y hablamos sobre temas que nos preocupan, cuestiones actuales, y no tanto. Esta semana pasada las generaciones más jóvenes o, lo que viene siendo, la Generación “Z”, ocuparon nuestra tertulia con su inquietante vaciamiento y su deriva exponencial hacia una existencia expuesta a la pantalla del puro yo. Salieron a colación estudios y estadísticas que concluyen que el joven se muestra cada vez más indiferente a “lo importante” de la vida: apenas le interesan las grandes verdades y carece de convicciones o certezas firmes mientras se amarra a un smartphone buscando en él todo lo que necesita para sentirse vivo o, simplemente, para sentirse. Pero esto no le ayuda a crecer, a relacionarse, ni a ser más sabio y profundo: recibe de todo, pero le falta capacidad para hacer una síntesis de lo que le llega.

Se trata, al mismo tiempo, de una generación hedonista que exprime el jugo del placer a fin de vegetar de la manera más deliciosa posible sin alterarse por algo que no sea su propio bienestar, su fiesta, sus colegas y pasarlo bien.

El joven (y la joven) de hoy es ultra permisivo siendo cada vez mayor su resistencia a aceptar códigos o normas de comportamiento. Alérgico a los toques de atención e incapaz para afrontar fracasos y contratiempos, no conoce prohibiciones, ni terrenos vedados, ni llamadas a la responsabilidad, ni moralinas. ¡Oiga: que la vida es placer y si no, no es vida! Así que es bueno lo que me apetece, y malo lo que me disgusta. Eso es todo.

Nuestro joven, que se cree fuerte en su fachada pragmática, es débil en su interior: hueco de metas, seco en verdadero contenido social, estéril en puntos de referencia,… muerto de ideales superiores.

En estas nos encontrábamos cuando alguien del grupo sentenció: “¿y de qué nos sorprendemos? Hacen lo que la sociedad, las familias y el sistema educativo transmiten y les permiten. Se revuelcan en la blandura social. ¡Ay, si volviera la mili…!”

Las carcajadas ante la ocurrencia fueron sonoras pero él nos miró con esos ojos que languidecen de impotencia y que, al fin, te llevan a un melancólico silencio.

Allí, como cada mes, estábamos los hijos del baby boom: crecimos sin miramientos ni merengues, suspendimos y fracasamos, nos pusieron horarios y nos cortaron el grifo cuando hacía falta, aprendimos a pensar desde los que estaban a nuestro lado, descubrimos la necesidad de la renuncia y el esfuerzo, luchamos por cada palmo y minuto de nuestro futuro. Y ni rastro de traumas y frustraciones provocados por los que dieron hasta el último aliento para que nosotros estuviéramos en este mundo sabiendo quienes somos.

Tal vez mi amigo tenga razón, ¿y si volviera la mili? o el servicio a la comunidad, o... llámenlo como quieran. Esta locura puede ser la que acabe con una vida rebajada y relajada y nos lleve a una singular revolución educativa y socializadora.

Compartir el artículo

stats