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Eva Vallines

Crítica / Teatro

Eva Vallines

Carpe diem

Los prejuicios son muy malos consejeros y conviene deshacerse de ellos cuanto antes. Jorge Javier Vázquez es el rey del cotilleo mediático por excelencia, pero su trayectoria profesional más conocida no ha de confundirnos a la hora de juzgar su arte y capacidad para realizar actividades de otra índole. ¿Hay algo más revolucionario que endosarle una conferencia sobre Séneca a un público supuestamente adocenado por la telebasura? Pues eso es lo que acaba de hacer Jorge Javier con un espectáculo ameno y divertido que mezcla con sabiduría el diálogo “De la brevedad de la vida”, el humor, la didáctica y los momentos más trágicos de su vida.

En su tercera incursión teatral, Jorge Javier abandona el musical para adentrarse en un proyecto con un formato singular. Junto a Juan Carlos Rubio, su gran aliado en lides teatrales, deciden echar mano ni más ni menos que de Séneca. Y lo que podría parecer el mayor grado de impostura y atrevimiento consigue cuajar. Lo que iba a ser un discurso con las partes canónicas de la oratoria latina explicadas de forma muy didáctica, se acaba convirtiendo en una suerte de cabaret a lo Pavlovsky, por la irrupción de la vida en escena. La autoficción, tan en boga hoy en las nuevas corrientes escénicas, es el terreno donde el showman se maneja mejor, sabe implicar a los espectadores en sus vivencias y sobre todo sabe reírse de sí mismo.

“Desmontando a Séneca” es un canto a la vida, una apuesta por la existencia con sus luces y sus sombras. A raíz de una experiencia traumática, un ictus que sufrió el presentador con dos operaciones, se replantea el sentido de la vida y decide acudir a los clásicos en busca de respuestas. Debemos recordar que Séneca fue un filósofo eminentemente pragmático, que despreció las especulaciones teóricas y se ocupó de la filosofía moral aplicada al día a día, así como también destacó por su eclecticismo, ya que incorporó elementos epicúreos y cínicos a su pensamiento estoico. El formato del diálogo original que Séneca establece con su cuñado Paulino, es aquí sustituido por un ratón de peluche, Pau, que soporta estoicamente, y nunca mejor dicho, sus peroratas. Al final, con una toga con bata de cola de Palomo Spain se transmuta en “Mariséneca de Triana” y se arranca a cantar “Torre de arena”.

Un marco a modo de pantalla y unas letras gigantes con el nombre de Séneca, logran que el espectador se sienta como en un plató televisivo. Las proyecciones del testamento grabado en el hospital, fotos familiares y unas desenfadadas presentaciones animadas sobre el filósofo cordobés amenizan este monólogo autorreferencial con un ritmo impecable. Pero es en la interacción con el público donde mejor se defiende, en la improvisación, los comentarios sarcásticos y la autoparodia. Para desquitarse de su sambenito de frívolo son numerosas las referencias literarias a Dumas, Cervantes, Lorca y sus poetas de cabecera Gil de Biedma y Cavafis. Tampoco faltan momentos reivindicativos y de denuncia de las bajas pensiones y el salario mínimo. Así como la coincidencia con el filósofo en la defensa de la elección de una buena muerte, que es tarea y derecho de cada individuo. Los asistentes, imbuidos de “estoicismo new age” hasta la médula, ovacionaron en pie al protagonista, coreando una canción de despedida que apuesta por el humor y la vida.

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