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Eva Vallines

Crítica

Eva Vallines

Pim, pam y a disfrutar

Llama la atención el parecido argumental que tiene esta pieza con otra de los argentinos Daniel Cúparo y Juan Vera, “Dos más dos”, representada en estas fiestas hace tres años. De no ser por el final y el humor macabro que hermana a Eros y Tánatos en el negocio de una funeraria, diríamos que estamos ante lo mismo: la iniciación en el universo swinger de una pareja muy inocentona y tradicional por parte de otra mucho más desenfadada y liberal, a través de una sucesión de equívocos y malentendidos propios de las comedias de situación que tanto gustan a los espectadores.

“Swingers” es una producción de El Jaleo (Higiénico, Ambigú, Guayominí y Saltantes) que cuenta con lo más granado de la escena asturiana, actrices y actores todoterreno, populares, bregados en múltiples batallas y con registros y estilos diversos. La obra es deudora del humor sicalíptico del cine de destape de antaño, aunque en la resolución escénica prevalecen cuatro personajes tipo, decantados hacia la farsa y marcados por la arrolladora cualidad de cada intérprete. El televisivo Pedro Durán, con gafas de Bartolo y un aire a Petiso, encarna a Paco, un hombre corriente más bien pusilánime, casado con Carmen (Arantxa F. Ramos), tierna y candorosa ama de casa que se deja seducir con risa floja por el depravado jefe. Nerea Vázquez es Verónica, la explosiva y despampanante actriz, mujer de don Emilio, magníficamente interpretado por Félix Corcuera, que se está ganando con creces el título de galán a lo Arturo Fernández. En la fiesta de disfraces del inicio triunfa la aparición estelar de Carlos Dávila como camarero tartaja que cruza con sinuoso movimiento de cadera el escenario. De forma alterna pasamos de la casa del matrimonio apocado a la funeraria donde trabaja Paco. Hay un elemento transversal que llama la atención por lo estrafalario y ajeno al conflicto, pero que acaba encajando por su propia peculiaridad, el terapeuta chino de Matalascañas, Doctor Can (de Cantinflas), que siempre de espaldas y envuelto en un kimono y una buena humareda, trata de que dejen de fumar con métodos no muy rigurosos.

La comicidad de la función se basa en el contraste entre estas dos parejas y el punto naíf y tierno que tienen los pringadillos y timoratos Paco y Carmen, que se dejan seducir por los cantos de sirena de unos embaucadores y melosos Emilio y Verónica, para reavivar el fuego de su relación y superar la crisis de la monotonía monógama. No faltan elementos de humor negro como el juego con las cenizas del Sr. Yamamoto en el contexto de la funeraria que sirve de marco para su primer encuentro sexual, rodeados de ataúdes y coronas. Un divertimento ligero y resultón del que salen muy bien paradas estas compañías asociadas, gracias al buen hacer de unos magníficos intérpretes sabiamente dirigidos por Laura Iglesia. El público refrendó con risas y aplausos esta incursión en la comedia desprejuiciada.

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